EFE
La grave dolencia intestinal que el mismo Fidel Castro declaró secreto de estado y que llegó a ponerle entre la vida y la muerte convirtió al “comandante en jefe” de la revolución cubana en un “soldado de las ideas” que cambió su legendario uniforme verde olivo por la indumentaria deportiva con la que se le vio en sus años de jubilación.
Con su inédita proclama del 31 de julio de 2006, el líder cubano delegó las riendas del país en su hermano Raúl y comenzó una larga convalecencia que le mantuvo completamente apartado de la vida pública durante cuatro años, en los que no faltaron constantes especulaciones sobre su estado de salud.
Para sorpresa de propios y extraños, Fidel comenzó a reaparecer en 2010 en algunos actos públicos, en una especie de “resurrección” donde emprendió una particular “cruzada” sobre peligros para el planeta como una eventual guerra nuclear, el cambio climático o el problema alimentario.
Muy significativa fue su presencia, en abril de 2011, en la clausura del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) donde su hermano Raúl lo sustituyó como primer secretario al frente de la organización, con lo que se completó el traspaso de poderes iniciado cinco años antes.
Además de ser testigo excepcional de su propia sucesión, Fidel Castro asistió desde el retiro a las reformas para “actualizar” el socialismo cubano, un proceso que abrió tímidamente las puertas a la iniciativa privada y que acabó con históricas prohibiciones que él mantuvo durante más de medio siglo como los viajes al extranjero o la compraventa de viviendas o coches entre particulares.
También sufrió en los últimos tiempos la perdida de grandes amigos, en especial la del presidente venezolano Hugo Chávez, el principal socio de la isla en el siglo XXI y fallecido el 5 de marzo de 2013 a los 58 años tras una larga batalla contra el cáncer.
“El mejor amigo que tuvo el pueblo cubano a lo largo de su historia”, así definió Fidel Castro, en un artículo tras su muerte, a quien fuera su pupilo político en América Latina y al que dedicó su atención personal, como una suerte de “médico de cabecera”, durante las prolongadas estancias de Chávez en la isla para someterse a tratamientos.
Castro también sobrevivió a uno de los líderes internacionales más carismáticos del siglo XX: el expresidente sudafricano Nelson Mandela, fallecido en diciembre de 2013 y con quien mantuvo una relación de amistad y admiración mutua.
Y nada fácil fue para él la pérdida en abril de 2014 de Gabriel García Márquez, el universal escritor colombiano que estuvo unido al expresidente cubano por una estrecha amistad durante décadas que trascendió las críticas, los cambios políticos y el paso del tiempo.
Fidel Castro fue en vida testigo silente de uno de los principales acontecimientos en la historia de la revolución cubana:
el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el “imperio” al que por décadas dedicó sus más feroces críticas.
El acercamiento con Washington se hizo oficial el 17 de diciembre de 2014 con sendas comparecencias televisivas y simultáneas de los presidentes de Cuba, Raúl Castro, y de Estados Unidos, Barack Obama.
Desde su retiro en 2006, la enfermedad obligó al líder de la Revolución cubana a renunciar a sus largos discursos en público pero encontró una vía para expresar sus opiniones en las “Reflexiones”, una serie de artículos de prensa cuya frecuencia languideció poco a poco.
Sin embargo su retiro no mermó un ápice el interés internacional que siempre suscitó la figura de Fidel: sus apariciones, la frecuencia de sus artículos o las fotos con las personalidades a las que recibía en su casa de La Habana sirvieron durante años para pulsar el estado del “comandante en jefe” en unos años donde no cesaron tampoco los constantes rumores sobre su muerte.
En las imágenes que de él se divulgaron en los últimos años se podía ver a un anciano Fidel de aspecto frágil, casi siempre sentado, con voz débil aunque animado y mucho más delgado que en sus épocas de esplendor.
Durante su largo mandato, la salud de Fidel Castro fue uno de los secretos mejores guardados de un país cuyos ciudadanos nada o muy poco supieron durante más de medio siglo de sus dolencias, salvo las que él mismo se encargaba de explicar con detalle.
En sus mejores tiempos, Fidel, amante de los deportes desde la infancia, presumía de forma física y durante años se burló de los frecuentes rumores que circulaban sobre todo tipo de enfermedades e incluso sobre su muerte.
Sobre la enfermedad que le obligó a delegar el poder nada se explicó oficialmente, aunque la tesis más extendida es que sufrió una “diverticulitis” derivada en peritonitis después de tres operaciones fallidas.