El papá de María Fernández –nombre ficticio– tenía fecha para una cirugía la semana pasada en el Hospital Ingavi del Instituto de Previsión Social (IPS). Ella y su papá acudieron 16 horas antes para la internación. Al llegar, María se encontró con la primera deficiencia: no había silla de ruedas disponible.
Tuvo que deambular más de media hora por las instalaciones en busca de una silla de ruedas vacante, y no solo eso, sino que una vez que tuvo acceso, se vio obligada a entregar su cédula de identidad como garantía. Parece chiste, pero es anécdota.
Una vez que atravesó esta primera barrera, la segunda fue la burocracia en admisión. La tercera fue cuando le entregaron otra lista más de pedidos de insumos para la operación, que se sumó a la que le recetaron previamente. Y todo recién empezaba.
El relato puede ser interminable, pero a la espera de casi un año para la cirugía, se sumó toda la burocracia institucional, los gastos de bolsillo y un trato deshumanizado por parte del personal de blanco.
Esta es solo una de las tantas historias que se viven diariamente en Ingavi, que nos cuentan, que escuchamos o que a veces conocemos en primera persona.
Mientras estas situaciones forman parte de la vivencia diaria de los asegurados, las autoridades salientes del IPS se llamaron a silencio y se dedicaron a agilizar dudosas licitaciones, a inaugurar rápidamente servicios e impedir el ingreso de la prensa a los hospitales.
Mientras los gastos de bolsillo son la realidad de cada día de los asegurados, el presidente electo, Santiago Peña, una semana antes de la asunción como presidente de la República, recién se dignó a presentar al futuro titular de la previsional: el doctor Jorge Brítez. Esta tardanza en la elección de un administrador de la previsional hasta revela el escaso interés en esta institución que brinda salud y jubilación a los trabajadores.
Mientras, no hay insumos ni medicamentos en los hospitales de la previsional, se abrió la discusión de fusionar el IPS con el Ministerio de Salud Pública (MSP) con lo que se denomina un sistema único de salud, un modelo que se aplica en Uruguay hace años.
Hay posiciones en contra y otras a favor, pero en realidad este sistema prácticamente está en marcha entre la previsional y Salud Pública mediante lo que se llama “cooperaciones interinstitucionales”, que hace semanas evidenció una de las debilidades, los requerimientos de pagos de servicios que hizo públicamente el director Julio Rolón, del Instituto Nacional del Cáncer (Incán) al IPS por los tratamientos de braquiterapia (terapia oncológica) que prestó a los asegurados.
Y meses antes, el IPS expuso las deudas del MSP por las prestaciones de internaciones y tratamientos a no asegurados en época de pandemia.
En medio de estas discusiones si es factible o no la fusión o el sistema único, los asegurados del IPS están prácticamente a la deriva, mendigando turnos para estudios por imágenes. Mendigan por atención médica en urgencias porque las disponibilidades en los consultorios están al tope.
Y el debate –más allá de la fusión– no se centra en las denuncias de supuestos negociados en las licitaciones o de la necesidad de sanear la previsional de los perfiles de “operadores políticos colorados”. En fin...