Mucho hemos caminado desde que Cecilio Báez sentenciara aquello de que el Paraguay es cementerio de las ideologías y de que los anarquistas Rafael Barret, Bertoni y otros encontraran acá una tierra donde llevar adelante sus proyectos de vida antisistema. Para nosotros, el Poder siempre estuvo alejado, desprovisto de esa mística que le ponían en otros valles del mundo; ya ocurrió eso desde el inicio de nuestra historia como provincia hispanoamericana, como cuando el Cabildo asunceno apeló a la autoridad del pueblo para rebelarse a aceptar la imposición de Cabeza de Vaca como gobernante. “¡Sígapy! (en nuestro castellano mestizo)”... Hasta en el fútbol ko no saben qué hacer con nosotros porque les marea nuestra singular anarquía aguerrida. Sí, porque la nuestra no es ni ha sido nunca una rebeldía ideológica o sin causa, sino un modo de supervivencia. ¿Qué te parece?, que hable el que haya sufrido un ataque genocida de 3 vecinos para casi aniquilarnos en 7 años y luego de su parcial victoria tratar de aplastarnos culturalmente por “guarangos” y con ayuda de traidores. “Letradito umía”, te decían los abuelos para indicarte que no te fiaras mucho de los agentes del Poder de turno. Acá abajo mirar a la cara, vida comunitaria y la amistad se hizo norma a fuerza de traicioneros engaños del pulcro sistema de arriba. Esto funcionó más o menos así en todos los escenarios egogobiernos, liberales, republicanos, mbatarás, ere, erea… Arriba los ideólogos del pokarê, sus discursos y sus enredos, abajo el realismo vestido de anarquía, con porte de nobleza cristiana encarnada, con imperfecciones, con mucho humor “hesakuaitépe”, digamos con machete en una mano y con rosario en la otra, pero también con cultura comunitaria repleta de gestos y una sabiduría vital acumulada con golpes de pobrezas, guerras y revoluciones, y recopilada en guaraní en la mentalidad de las fuertes abuelas y en las canciones de los autodidactas juglares del pueblo. Pero ahora, no sé qué veneno estaremos tomando, no sé si alguien empezó a comprarse con retraso los espejitos del progreso pos-Itaipú, o se nos enfrió tanto ya el seno familiar que vemos hoy actitudes como las que vivimos los asegurados del IPS en su famoso “sistema”. Como muestra un botoncito, cuando mi septuagenaria madre recibió una orden de consulta con el cirujano vascular. Fuimos temprano a Informes, en la entrada del monstruoso edificio viejo. “Vaya arriba”, arriba “no es acá”, “en el edificio nuevo, planta baja”, y en planta baja “no es acá”, “en el subsuelo”, en el subsuelo “acá no, es en Urgencias del otro edificio, o venga en un mes y medio”, “pero es demasiado”, “es el sistema, siguiente”, otra ventanilla: “Bueno, vaya arriba junto a tal licenciada”, “y por qué no le trajo antes”, “¿antes de qué, si ahora le está ocurriendo esto?”; “acá solo hay un especialista, pero puede probar con un clínico”. 3 horas después el clínico: “Yo esto lo que puedo recetarle, pero debe ver al especialista; hay pocos, porque da igual especializarse o no; el salario es el mismo, qué le vamos a hacer, es el sistema”... Todos mirando a la computadora del sistema. Sometidos al sistema. “Vaya a la ventanilla”, “dentro de un mes y medio”... “¡Basta! ¿No tenés madre, vos?, ¿no te da vergüenza? Voy a hacer una nota al periódico, me voy a quejar de tu sistema...” Levanta la mirada. “Un rato espérame”, y, de repente, “hay turno para mañana” ... Se me salen las lágrimas porque corroboro que la mentalidad del letradito del Poder de arriba ya les está comiendo el alma a los de abajo, esos nuevos esclavos del sistema que solo funcionan cuando se les ve... Es una verdadera colonización ideológica, porque rompe entre los comunes, el digno cerco cultural por el que sacrificaron sus vidas jóvenes como Patricio Escobar y tantos otros soldados del infortunio y aquellas valientes mujeres que hicieron sacrificios inmensos... ¿Qué vendrá después? ¿El bla, bla, bla de los loritos domesticados que repiten consignas ajenas, sin personalidad?, ¿la entrega total de nuestra identidad cultural comunitaria?... Amigos, finalmente, el sistema depende de las personas. Sin valores, podemos tener un sistema perfecto por fuera, como los comunistas chinos, pero por dentro van la amargura y el cinismo deshumanizante. Prefiero el Paraguay un poco anarquista, comunitario y bienhumorado que desde la familia te acolchona y da criterios: “Esto sí, esto no, hule ya”.