Los supuestos logros del intenso lobby del mandatario en diversos países, para pregonar en el extranjero las bondades de nuestro sistema a fin de captar inversiones que resulten en empleos para los paraguayos, empleos, por lo general, que son mal pagos y empresarios que reproducen los vicios de la mayoría de los empleadores del país son los temas que desesperadamente ocupan la agenda del presidente de la República, Santiago Peña. Esta necesidad de al menos no quedar escandalosamente muy alejado de la cifra de 500.000 empleos que prometió Peña antes de asumir la Presidencia es lo que motiva la angustiada batería de falsos logros que el Gobierno trata de instalar. Pocas o casi ninguna empresa de relevancia se han instalado en el país, pese a que Peña, quien va sumar esta semana su viaje número 39, que en promedio es de dos viajes por mes desde que asumió como mandatario. Aún así, Peña trata de vender espejitos forzando una imagen que no es la que tiene en el extranjero de nuestro país. Si bien el número uno se esfuerza por presentar logros que no son suyos o de forzar “amistades” en el mundo capitalista por más que no le llamen a la mesa. Cabe reconocer que forzar mucho o mostrarse muy accesible puede tener un efecto contrario. Es difícil desde luego que potencias como EEUU miren a los ojos de países subdesarrollados a los que consideran su patio trasero desde décadas. Pero más difícil es disminuir las asimetrías al hablar con las potencias cuando la fama del país no es la que uno desearía. No somos Uruguay que en una ocasión tomó la digna iniciativa de apelar a la Corte Internacional en un litigio con Argentina, porque una empresa les iba reventar el medio ambiente. Nuestros gobernantes no podrían osar similares estrategias porque casi siempre tienen agachada la cabeza y por eso no podemos reivindicar una utilidad igualitaria en las grandes represas. No nos toman en serio porque saben que con un maletín a un lado y tal vez al otro, un negociador paraguayo saldrá contento a costas del pueblo. Mostrarse muy disponibles, evidentemente, comportarse como mendicante en el concierto de naciones tampoco es atractivo. De hecho, pese a todo el lobby que nuestro Gobierno está haciendo desde que se supo asumiría el presidente Donald Trump, aún no resultó en dividendos favorables. Ni siquiera el gesto simbólico le fue favorable a nuestro presidente que no pudo acceder a la gala de asunción del presidente Trump.
Hablando claro, Peña y el sector que representa están tomando de su propia medicina por jugar a dos puntas y tener una postura zigzagueante y un discurso que dista de la acción, un relato que cambia constantemente y que aquí tal vez les reditúe en ganar elecciones y mantenerse el poder, pero en la alta política donde se juegan intereses globales, un país que es columna del medio; es decir, que a la par que reivindica el capitalismo, el libre mercado y las bondades de esta no es capaz de ordenar la casa ofreciendo seguridad jurídica e incluso manifiesta una nostalgia de la dictadura con todo el retroceso que ello representa.
La ambivalencia colorada en materia de relaciones internacionales es una mezcla que no se mueve en torno a intereses de Estado sino alrededor de intereses mezquinos y particulares. Si los colorados reivindican el “Paraguay soberano” rechazando intromisiones o designaciones “a nuestros líderes”, al punto prácticamente de embanderarse con la famosa frase de guerra del ex presidente venezolano Hugo Chávez (+) de “Yankees go home”, inmediatamente luego piden a gritos la inversión de EEUU. Aprecian ciegamente la receta del neoliberal Javier Milei de Argentina que mientras vomita funcionarios y los deja fuera, en Paraguay la cultura del prebendarismo y pesada burocracia cada día está más afirmada. Un país que denuncia la “dictadura” venezolana del gorila Nicolás Maduro; pero, por otro lado, discursivamente hablando, cada tanto a través de sus voceros en el Parlamento amenazan con leyes para coartar la prensa son pocos proclives a la transparencia.
