13 oct. 2024

De posverdades y otros cuentos

Nuestro país, sin duda, está convulsionando.

Llevamos en las últimas un largo rato, donde no hay PBI que alivie el hambre del pueblo ni grado de inversión que traiga la anhelada industria creadora de empleos. Esta semana estuvo cargada de manoseos, desde la inconstitucional ley garrote impuesta –disculpas por la redundancia– a garrotazo limpio; la marcha de los trabajadores en respuesta al proyecto de ley de reforma laboral y un reclamo que parece eterno, el de los pueblos indígenas, que llevan cientos de años en resistencia y hoy se enfrentan a la peor de las catástrofes.

Pero ante este panorama hubo una situación que nos llamó poderosamente la atención. En medio de esta convulsión, nuestro presidente eligió tocar dos temas que resultan increíbles en conjunto. En primer lugar, afirmó que “hay personas que creen que el rol de los medios de comunicación es simplemente atacar y ser un contrapeso y cumplir un rol que anteriormente (durante la última dictadura) no se podía”. Pero no solo eso, sino que además expuso que “hay que tratar de encontrar un equilibrio, porque la polarización, el populismo y la posverdad, la posverdad existe, este fenómeno mundial ha hecho daño a muchos países”.

Le agradecemos la mención de la posverdad, ya que es muy importante conocer más sobre el tema que sin duda ha afectado a varias naciones. Como se repitió hasta el cansancio durante la semana, la RAE define esta palabra así: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Y aquí, me temo, toca exigir reflexionar con mucha atención.

La prensa generalmente se encarga de divulgar datos. Como los G. 800 millones que Anadelia Acosta Armoa robó a familias humildes, o los G. 260 millones que entregó Tabesa a la oenegé del senador Gustavo Leite. Por ejemplo, los G. 3.500 millones de amplificación presupuestaria que piden en el Parlamento para la jubilación vip, mientras que en los hospitales la gente fallece por falta de medicamentos.

En cambio, fueron personas de ese mismo bloque político quienes instalaron el término “akãne”, para referirse a los estudiantes que buscaban proteger sus derechos, muchos de ellos en los cuadros de honor de sus universidades. Ellos son los que acusaron a los “oenegeseros” de corrupción y de falta de transparencia, cuando la más básica de las investigaciones puede demostrar que acatan rigurosos controles tanto a nivel nacional como internacional. La pregunta es: ¿Quiénes son los que intentan reiteradamente instalar un enemigo? Primero, los estudiantes, la oposición; luego las oenegés, ahora la prensa… ¿qué sigue?

En este punto solo toca recordar las palabras del pastor luterano alemán Martin Niemöller, “primero vinieron por los socialistas, y guardé silencio porque no era socialista. Luego vinieron por los sindicalistas, y no hablé porque no era sindicalista. Luego vinieron por los judíos, y no dije nada porque no era judío. Luego vinieron por mí, y para entonces ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre”.

No nos van a encontrar callados ante las injusticias. Ni a los jóvenes, ni a los estudiantes, ni a la oposición, ni a las organizaciones, ni a la prensa.

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