“Y cuando salió el demonio, habló el mudo y la multitud se quedó admirada; pero algunos de ellos dijeron: ‘Expulsa los demonios por Beelzebul, el príncipe de los demonios’. Y otros, para tentarle, le pedían una señal del cielo”. Cristo es la fuerza que todo lo puede. Pero no puede hacer nada si somos desagradecidos.
Un hombre queda libre de un demonio que le impedía hablar.
La gente está maravillada y sorprendida.
Sin embargo, algunos no se alegran de la curación, no dan gracias a Dios. Todo lo contrario, sospechan de la acción de Jesucristo.

Están tan llenos de sí que piensan que la salvación tiene que venir de ellos, de lo que ellos deciden y hacen.
Orgullosos, se han quedado mudos y ya no piden, no gritan a Dios.
En cierto modo, a nosotros nos pasa a menudo lo mismo. Vamos por el mundo sin darnos cuenta de todas las gracias que Dios nos da, de que es Él quien nos hace santos. Pensamos que somos nosotros, que no le debemos tanto.
Orgullosos acabamos siendo unos desagradecidos al Amor de Dios.
Y así nos vamos encerrando en nuestros egoísmos, vanidades y soberbias. Y a Él lo dejamos afuera. Pero entonces, en nuestro interior, todo queda fuera de sitio.
Familia, amigos, trabajo, descanso. Todo es tedioso porque todo está fuera de lugar, porque nos hemos puesto a nosotros en el centro de nuestra vida.
Cristo es la fuerza que todo lo puede. Pero no puede hacer nada si somos desagradecidos, si no reconocemos nuestra indigencia, si no le hablamos, le pedimos e, incluso, le gritamos que entre.
Es preciso que nos dejemos vencer por Dios, para que todo adquiera su lugar, para que podamos gozar de nuestra vida con autenticidad.
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-py/gospel/evangelio-del-jueves-dejarse-vencer-por-dios/)