En esta ocasión me inspiraré o repetiré algunas expresiones del papa Francisco del libro La felicidad en esta vida, Buenos Aires, Origen, 2019. Necesitamos abrir mente y corazón, revisar los modelos, prejuicios, juicios y estereotipos vigentes. Desde la Iglesia doméstica, la atacada familia, debemos pensar en sociedades, empresas y convivencias diferentes. No hay una solución única, ni perfecta. Lo que hemos creído y construido hasta ahora no está funcionando. Hemos diseñado lo que es cómodo para los hombres y claramente nuestras sociedades, en todos los aspectos, deben ser optimizadas. Debemos tener la valentía de revisar el machismo. El enfoque de cupos obligatorios es un camino que quizás, a veces, sea el único, temporalmente, dista mucho de ser el mejor. En época de elegir equipos, o de sugerir candidatos, necesitamos una presencia femenina más incisiva en todos los ambientes. Nada de “machismo con faldas”, la mujer tiene una estructura diferente del varón, y se debe evitar asignar o preasignar roles estereotipados.
Quiero citar solo algunos ejemplos de mi vida que me han convencido de la incomparable contribución femenina. En mi entorno familiar admiré y amé a las mujeres, y lo sigo haciendo entusiastamente. Soy mariano y todos los días me ayuda el “todo se pasa” de Santa Teresa de Ávila. Mi interés por el programa espacial de la NASA hizo que valorara el genio de Kathleen Johnson. Profesionalmente, mi inclinación por la tecnología me hizo conocer los logros de la contraalmirante Grace Murray Hopper, entre otras, en el avance de lenguajes de computación.
La primera explicación de qué era internet la escuche de una científica del Pentágono. En mi entorno, en mi país y en el mundo, los aportes femeninos estaban, y están, a la vista. Es bien sabido que en Paraguay la economía durante las guerras fue sostenida principalmente por mujeres y sobrevivimos gracias a ello. No quiero restar méritos a la contribución masculina, solo planteo “patear el tablero”, repensar los límites, reconocer que tenemos fallas atendiendo a otros, dar oportunidades más flexibles y amplias, valorar mejor, erradicar costumbres inaceptables y ser coherentes: En una sociedad que veneramos a nuestras madres, violencia, maltrato y excesos no pueden tener cabida. Cito textualmente “La idéntica dignidad entre el varón y la mujer nos mueve a alegrarnos de que se superen viejas formas de discriminación, y de que en el seno de las familias se desarrolle un ejercicio de reciprocidad”.
Que el Espíritu Santo nos ayude a discernir, a reparar lo que hemos dañado, a colaborar para que las mujeres brillen y a construir soluciones que eliminen iras y carencias.
Fuente: La felicidad en esta vida, papa Francisco.