06 jul. 2024

Democracia menoscabada por el crimen organizado

Es bastante evidente que el aumento de la criminalidad en toda la región está afectando al sistema democrático. Expertos que participaron de la reunión de la OEA en nuestro país compartieron datos que deberían ser un toque de atención; en los últimos cinco años hubo un aumento en el nivel de muertes violentas en Paraguay, Argentina, Uruguay y Chile, países que no formaban parte de la tendencia violenta en la región. Es hora de rescatar la institucionalidad del Estado de las garras del narcotráfico y del crimen organizado.

Solamente si construimos instituciones del Estado fuertes podremos hacer frente al crimen organizado y al narcotráfico. Tal como enfatizó el titular de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, la violencia y la inseguridad están ligados al crimen organizado, vinculados al narcotráfico, a la trata de personas, tráfico de armas; y precisamente cada una de estas variables constituyen actualmente una amenaza a la democracia de toda la región y son además la principal fuente de violación de derechos humanos.

La amenaza va creciendo en un contexto donde se dan diversas formas de violencia. La desigualdad, la inequidad y la pobreza son también formas de violencia crueles, decía Almagro, pues da paso a la discriminación de las personas y se va transgrediendo lo más básico de las relaciones humanas.

Los estudiosos del tema compartieron datos actuales y preocupantes. América Latina tiene el 35% de los homicidios violentos en el mundo y al constituir apenas el 9% de la población, se puede decir que en el continente se encuentran 9 de las 10 ciudades más violentas y peligrosas del mundo. Este fenómeno es posible reconocer en nuestro país, estado al cual llegamos por la expansión de los grupos criminales que hallaron aquí nuevos mercados y rutas de tránsito para el tráfico de drogas, siendo más que evidente que el Paraguay resulta atractivo precisamente por su debilidad institucional, facilidad para el lavado de activos, y eludir controles. De esta manera, circula con impunidad todo tipo de tráfico ilegal: Drogas, y otros nefastos negocios, como la trata de personas, minerales, armas, cigarrillos, alcohol, y otros.

La investigación del Índice Global de Crimen Organizado ofrecía un dato desolador: En 2021 Paraguay estaba en el 15 del ránking, pero fue escalando hasta convertirse en un centro de criminalidad y delincuencia organizada. Ahora somos el cuarto país con mayor criminalidad organizada en el mundo, y esto se produce por varios motivos: Corrupción estatal, posición geográfica estratégica, la narcopolítica y el contrabando de cigarrillos, entre otras razones.

Hace más de dos años, el Operativo A Ultranza Py expuso el altísimo nivel de permeabilidad del narcotráfico en el Estado paraguayo; este esquema que involucraba a traficantes, lavadores de dinero con empresas de fachada, comprometía a políticos, funcionarios, proveedores del estado, diputados y senadores.

Estos niveles de penetración en las instituciones constituyen el peligro para el sistema democrático, porque cooptan las instituciones del Estado con una corrupción sin límites y con esta van corroyendo todo a su paso: gobiernos locales, municipios, gobernaciones, la Policía y la Justicia. De esta manera, toda la estructura se pone al servicio del crimen organizado y, al mismo tiempo, pierden por completo su naturaleza de estar al servicio del ciudadano, que al final queda doblemente expuesto, a la criminalidad y a un Estado ausente.

Llegados a este punto, las pomposas declaraciones de guerra al crimen organizado y a la narcomafia no sirven de nada si quedan solo en vacías declaraciones. Por eso es importante que se haga realidad la reciente Declaración de Asunción, que plantea la necesidad del combate al flagelo del crimen organizado con un enfoque basado en el respeto a los derechos humanos y la seguridad humana. Ese debe ser el desafío del Gobierno paraguayo, sostener el Estado de derecho, el cual está siendo cotidianamente degradado por lo que se muestra como incapacidad, pero que no es otra cosa que una alevosa complicidad. Si en nuestro país no se cortan todos los vínculos con el crimen organizado las declaraciones seguirán siendo solo retórica.

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