Ella se quedó pasmada y lo primero que hizo fue abrazarla. Ahí comenzó el bombardeo de preguntas: “¿Cuándo mi niña?” “Alguien sabe”, a lo que ella responde qué sí, que le contó a su mamá y que ella le echó al hombre de la casa. Ella pensó: “Gracias a Dios, la mamá le creyó”.
Ambas terminaron llorando, ella le dio palabras de aliento y de alerta, para que nadie más le haga daño.
Años después, ella sigue pensando en qué hubiera pasado, si su mamá no le creía y si acudiera a ella como su único refugio. ¿Sería capaz de enfrentarse a la familia y denunciar?
Esto fue un caso real que pasó una docente de una institución en Paraguay. Pienso que muchas personas se han de sentir así, en la misma posición, que si tiene conocimiento de un caso de maltrato, abuso infantil u otro tipo de agresión: ¿Sería capaz de denunciar?
Esa es la responsabilidad con la que hoy cargamos todos, incluso los que no son responsables de un niño, niña o adolescente, sino todos los que tengamos conocimiento de un hecho así.
Cargamos con la responsabilidad de mentalizarnos de que si sabemos de un hecho, debemos correr y ponernos al frente, para tratar de que por lo menos ese trauma sea menor y que ese pequeño pueda tener un mejor futuro.
Este 31 de Mayo, como hace nueve años, se recuerda el Día Nacional contra el Abuso y la Explotación Sexual de Niños y Adolescentes, en memoria de la pequeña Felicita Estigarribia, una niña de tan solo 11 años, quien el 31 de mayo de 2004 fue halla muerta con signos de abuso sexual, al pie del Cerro Yaguarón.
Ya pasaron veinte años de aquel trágico episodio y el caso sigue impune.
Hoy, que estamos a días de recordar un día tan fuerte, creo que es un buen momento de ponernos a pensar en los tantos niños y niñas que sufren violencia.
Solo de enero a abril de este año, 6.266 niños y adolescentes habrían sido abusados sexualmente, pero –si pensamos bien– esos son solo datos de los casos que se denunciaron. ¿Y si hubo algún menor que intentó denunciar y le hicieron callar?, o ¿si hubo pequeños que contaron y no les creyeron?
Yo solo pienso ahora en aquella niña de tan solo 10 años que la semana pasada tuvo que ingresar a la Unidad de Terapia Intensiva de Encarnación, luego de haber tenido una infección gravísima por reiterados abusos. ¿En qué mente enferma entra el querer hacer daños a tan pequeños?
Ella incluso habría sido abusada por una de las personas que más la debió de haber protegido: Su hermano. Ahora hasta su propia mamá está imputada por conocer esas agresiones y hacer la vista gorda. La mujer que le trajo al mundo y la que garras y dientes le debía de haber cuidado, sí, ella misma.
Cada historia en particular nos debe motivar a la acción, a proteger a los más pequeños, y por supuesto, debe motivar a las autoridades, a redoblar sus esfuerzos.
Nosotros como sociedad debemos involucrarnos para defenderlos, porque así como escribió un colega: “El silencio y la indiferencia son los factores que nos han llevado a la actual situación: La de tener hoy múltiples casos.