La corrupción se expuso de una manera descarnada en estos chats y ese es su gran aporte. No importa quién lo haya filtrado ni cómo, lo que interesa es que los protagonistas sean sancionados de manera ejemplar. Hay políticos que traficaron influencias, juezas que avisaban de allanamientos fiscales y estos mendigando ser salvados por hechos de corrupción con políticos como Arévalo, quien no aguantó y renunció. Pero la competencia o el deporte de la corrupción sigue tan igual que siempre. El fiscal general dice que no puede con los casos porque no tiene dinero, aunque los fiscales a juzgar por lo que leímos y escuchamos son ricos protegiendo a los corruptos. Rolón debe dejarse de las galimatías y decirnos: “No puedo ni quiero. Soy solo una pantalla en esta competencia donde los corruptos exhiben de forma impúdica su riqueza malhabida sin ningún costo para ellos”. El propio Peña no puede exigir, reclamar y ordenar nada luego de las acusaciones del diputado cartista Gamarra, quien dijo que recibe USD 500.000 mensuales en maletines desde las aduanas. No tiene título de una propiedad donde se construyó una mansión de dos millones de dólares sin exhibir facturas ni recibos. Mañana estará el contralor, quien orondamente dijo hace poco que no lo puede investigar al presidente porque no es el propietario de la residencia a la que Peña denomina “mi casa” y hasta donde viajó en helicóptero más de 50 veces. Este es el reino de jauja. El deporte nacional de la corrupción se ha fortalecido en este gobierno que el lugar que tenemos en la calificación de Transparencia debe ser razón para un viaje del mandatario a Alemania para reclamar el primer lugar.
La carrera por ser más corrupto es con posta. Se pasan el testigo de un gobernante a otro sin ningún costo ante una ciudadanía que mira estupefacta cómo los propios y ajenos se disputan el trofeo que nos hunde en la pobreza y la decadencia. Estamos muy mal. A un gran sector le parece irrelevante porque dice que con esas noticias no come cuando la causa de su pobreza, enfermedad, angustia e inseguridad es este torneo de la corrupción.
Un presidente hundido en el descrédito, atemorizado y mudo refleja todo lo que nos deja esta competencia decadente en la que nuestros mandatarios se encuentran concentrados. Los legisladores ni se animan a sacar un comunicado condenatorio porque saben que pueden saltar sus nombres en los chats. Peña les hubiera dicho en forma cínica y sardónica: “¡Es el deporte, papá!”.