Los precios de las hortalizas y verduras experimentaron un alza notable del 26%, impactando fuertemente el índice general. También se observaron incrementos en frutas, huevos (con un 12% de subida), carnes y productos lácteos. Lo notable es que ninguno de estos productos es importado; es decir, el control de estas subas se tiene que dar internamente.
La falta de políticas que ayuden al sector agrícola nos está pasando la factura y lo seguirá haciendo porque el foco de las autoridades siempre está en satisfacer las demandas de los mercados internacionales, mientras que el local se abastece precariamente.
Mientras escuchaba el informe que señalaba a los factores climáticos adversos, como las altas temperaturas y la escasez de lluvias, como causas que afectaron la producción agrícola y presionaron los precios, no pude pensar en que este panorama va a persistir porque el país no se está centrando en la raíz del problema que es la dependencia de la agricultura mecanizada de los shocks climáticos.
Acá es donde el Gobierno debería estar trabajando –y si lo está haciendo que por favor nos informe– sobre un plan para el manejo inteligente del agua, la utilización de sistemas como el riego por goteo o aspersores eficientes o la detección de zonas donde se puedan construir reservorios, estanques o implementar técnicas de recolección de agua de lluvia para tener reservas durante periodos secos, por citar algunas técnicas que ya se usan en el mundo. Probablemente existan muchísimas otras estrategias más innovadoras que los técnicos sabrán.
Por otra parte, investigar la manera de diversificar los cultivos para no depender de un solo y plantar diferentes especies o variedades con distintas tolerancias a condiciones climáticas podría al menos reducir el riesgo total.
También podríamos amigarnos con la tecnología y la ciencia para avanzar en la utilización de semillas mejoradas genéticamente o variedades locales adaptadas que sean más tolerantes a sequías, calor, plagas exacerbadas por el clima.
El punto es que se necesita con urgencia la combinación de estas estrategias que puedan ayudar significativamente a que la agricultura mecanizada sea menos vulnerable y más sostenible frente a la creciente variabilidad climática.
A estas alturas también deberíamos estar hablando sobre las herramientas financieras para este sector, no como algo ocasional, sino una política de Estado, facilitando el acceso a seguros agrícolas para cubrir pérdidas debidas a eventos climáticos adversos y así como las reservas o acceso a crédito para superar temporadas difíciles.
El Banco Central del Paraguay (BCP) mantiene, por ahora, su proyección de inflación anual para 2025 en torno al 3,7%, esperando una posible moderación de los precios volátiles en los próximos meses, pero el panorama económico reciente presenta enormes desafíos inflacionarios que no se podrán controlar solo con la política monetaria, desde mi punto de vista.