Una buena renegociación permitirá contar con los recursos necesarios para financiar las políticas y la energía que amplíen sustancialmente las capacidades y oportunidades de las personas y del país en su conjunto. De esa manera, podremos iniciar una trayectoria sin interrupciones hacia el desarrollo generando un círculo virtuoso de largo plazo.
Más recursos provenientes de Itaipú que contribuyan a la expansión de políticas de calidad crearán pilares sólidos para aprovechar el uso de la energía en el sector productivo. Paraguay no conseguirá mejorar su capacidad productiva y garantizar la sostenibilidad del crecimiento económico si no mejoran sus niveles de productividad.
El aumento de la productividad solo será posible con un incremento sustancial del capital humano. Eso requiere una fuerte inversión en salud, educación y protección social.
No hay ninguna posibilidad de avance y del máximo uso de la energía sin recursos humanos fortalecidos.
En el mismo sentido, es necesario impulsar y fortalecer a las mipymes y a la agricultura familiar pues ambas, como se sabe, tienen un efecto multiplicador en el empleo. El encadenamiento productivo necesita políticas para insertar a los pequeños emprendimientos en procesos sinérgicos y con permanente innovación.
Más energía para el desarrollo nacional exige hombres y mujeres con competencias educativas y laborales. Mucha energía sin empresas que puedan generar empleos de calidad no generará impacto.
Una buena renegociación del Tratado junto con un plan con objetivos claros y de largo plazo pondrán a Paraguay en un camino seguro hacia el desarrollo.
En una década, nuestro país podría aspirar a ubicarse en los niveles de desarrollo promedio de América Latina y en otra década más entre los primeros lugares. Estos procesos y plazos han sido posibles en una inmensa cantidad de países europeos y asiáticos que hoy se encuentran entre los primeros lugares en los indicadores de desarrollo y bienestar.
Paraguay tiene todo para lograrlo: energía limpia y renovable, el bono demográfico y de género, recursos naturales y las aspiraciones y los valores necesarios para transformar radicalmente la situación en la que está hoy.
Antes de la pandemia, a pesar de todas las oportunidades de las que dispone nuestro país, cualquier índice de desarrollo nos ubicaba en los últimos lugares.
La pandemia no solo no cambió esta situación, sino que probablemente la empeoró teniendo en cuenta las debilidades que enfrentábamos al momento de la llegada del Covid.
El año 2022 nos da la oportunidad de debatir y acordar objetivos de desarrollo que nos lleven a la transformación.
Itaipú constituye un pilar para el cambio por los recursos económicos y la energía que provee. Su renegociación debe estar enmarcada en objetivos nacionales a largo plazo y constituirá sin lugar a dudas el reflejo del compromiso de las autoridades con su nación.