La teoría del desarrollo económico supone que nuestras creencias, que hoy hacen a nuestras instituciones –las cuales las vivimos en forma cotidiana–, conciernen a patrones sociocomportamentales de gran impacto en el tiempo presente que, además de estar fundamentados en el pasado, también cargan predicciones importantes sobre el porvenir. Es la historia del futuro. No se pueden explicar el crecimiento económico y el desarrollo humano solo con las herramientas de las teorías de la producción en una cultura determinada. También es imprescindible apelar a la geopolítica y la historia. Por ejemplo, por qué el empresario paraguayo prefiere evadir las normas laborales explotando a sus trabajadores. Eso no es una cuestión antojadiza de reciente data. Se cree que fue el gobernador Bernardino de Cárdenas, religioso, el que en el año 1649 institucionalizó la explotación de la mano de obra, manejando la provincia del Paraguay. Este gobernador religioso respondió favorablemente a las familias pudientes asuncenas que buscaban tener un mayor acceso a la mano de obra indígena, casi esclavizada, para ampliar su economía. Todo esto, en contra de las pretensiones de los jesuitas que los mantenían en las reducciones. Y en contra de las leyes del Virreinato y las cédulas reales que venían desde Europa, que estaban en contra de la explotación de los nativos. Para operar este plan, este sacerdote es electo gobernador del Paraguay por el Cabildo de Asunción que estaba conformado por las familias que disputaban a los indígenas, como dije, compitiendo con los jesuitas. Para solucionar esta discrepancia el gobernador Cárdenas pide la expulsión de los jesuitas a la Audiencia de Charcas. En su larga carta al Perú, el gobernador sostiene que los jesuitas se hicieron con el poder político y eclesial, y que era importante que los paraguayos pudieran generar más riqueza con lo que abundaba en estos parajes: la mano de obra indígena y mestiza. El virrey desde el Perú no acepta la propuesta y Cárdenas es considerado rebelde, siendo vencido por las fuerzas del Virreinato, compuestas por los mismos indígenas, con lo que queda el oportunismo político de Cárdenas un poco rezagado. Lo importante es entender el hábito que quedó arraigado, en el sentido de que las familias paraguayas más acaudaladas, con el apoyo del poder político, quisieron históricamente (quieren aún y siempre querrán) hacerse de riquezas explotando lo que abunda en el Paraguay, sin cumplir con las normas establecidas: gente de carne y hueso sin salario mínimo e IPS. Hasta hoy, persiste la costumbre. Nada por qué sorprenderse. Entre el sesenta y cinco y el setenta por ciento de la PEA paraguaya es mano de obra informal.
Luego llegan los historiadores, que cambian explicaciones de fenómenos sociales en sus causas por simples relatos de hechos en forma cronológica. Para poder mitigar esta deficiencia es necesario explorar el funcionamiento de las instituciones, la transmisión de conocimientos y el paisaje del poder. Estas tres variables se solapan e interactúan entre sí. Lo que pretendo hacer con este tipo de análisis, a modo de ensayo, es colectar e iluminar esas solapas y tratar de hallar los factores comunes que dirigen esas dinámicas sociales, de generación de riqueza o de pobreza, que constituyen los puntales del crecimiento, o no, y del grado de desarrollo de un país determinado. Como dicen quienes ganaron el Premio Nobel de Economía Acemoglu y Robinson: “Existen instituciones funcionales e instituciones no funcionales o disfuncionales que determinan el desarrollo”.
Los estereotipos culturales e institucionales pueden ser positivos o negativos. El economista Ha-Joon Chang afirma que las culturas cuentan, cuando compara a su país Corea del Sur con Ghana. Dos países que se encontraban en semejantes niveles de desarrollo a principios de 1960. Hoy, la distancia es abismal, basta recordar a Samsung, LG y Hyundai. Los ciudadanos de Corea del Sur valoraban el ahorro, la inversión, el trabajo duro, la educación, el patriotismo, la organización y la disciplina. Los de Ghana valoraban otras cosas.
Es inútil decirles este tipo de cosas a los policy makers que gerencian el Paraguay. No lo entenderían. Hay un patrón cultural de los mercados del crimen y un jefe empresarial que maneja el país, por encima de ellos. Gobierna sin reinar. Lo que una sociedad hace con su materia prima cultural es en gran parte una cuestión de elección y, por tanto, una acción política. Imagínense decirles esto a quienes frecuentan el quincho solo para recibir órdenes. Sería en vano. Ahora bien, un conjunto de medidas económicas y sociales que aspira a la transformación del todo, el rol de la política, puede ser adecuado si promueve el desarrollo con igualdad de oportunidades y otros aspectos positivos en cualquier contexto cultural.
JAPÓN Y COREA DEL SUR. Dice Chang en varios de sus escritos, no contaban con una mano de obra industrial acostumbraba a respetar el tiempo y la disciplina productiva. Esa mano de obra fue inducida a nuevos hábitos sociocomportamentales por sus propios gobernantes que inculcaron estas costumbres de productividad en las escuelas. Fue una verdadera campaña o movimiento ideológico que hacía hincapié en la necesidad de trabajar duro en una guerra patriótica para reconstruir la nación a través del desarrollo económico, un gobierno honesto y una legislación que se respetaba a rajatabla. Rule of law. Cuando en Corea del Sur se comprobó que los jóvenes no querían seguir carreras de ciencias e ingeniería, el Gobierno restringe las plazas de derecho y ciencias sociales, ampliando vacancias y financiación a quienes iban hacia las ciencias duras. Qué tal. Se parece al Paraguay, solo que nadie aquí impulsaría alguna política pública para cambiar el statu quo. Ni profesores a tiempo integral se exige a las universidades.
Luego, para evitar que sus beneficiados (tipo Becal) no tuvieran trabajo, el Gobierno promovió la industrialización interviniendo fuertemente en el mercado por medio de políticas públicas que crearan puestos de trabajo bien remunerados e intelectualmente satisfactorios para que esos graduados pudieran ocupar buenos cargos al culminar la carrera. Nada era dejado aleatoriamente a la mano invisible de Adam Smith.
Hay algo donde el sector privado también participa. En los países que luego fueron llamados de tigres asiáticos (nosotros ya tenemos a Tiríka para comenzar), las empresas que han tenido éxito en algún segmento de negocios no se iniciaron precisamente en aquellos en los cuales descollaron. Desde los segmentos exitosos subsidiaron a las nuevas unidades de negocios. Todas siguieron la pauta de comenzar siendo exitosas en otros sectores de la economía, pero que, al ser apoyadas por el Estado, apostaron subsidiando en modo cruzado sus innovaciones empresariales –con las ganancias que ya estaban maduras en otras SBUs, unidades estratégicas de negocios–. Veamos. Toyota comenzó como fábrica de máquinas textiles. Mitsubishi era una empresa naviera. Hyundai era una constructora y Samsung se inició como refinadora de azúcar. LG vendía cosméticos y dentífrico, y así por delante. Qué tal. En Corea del Sur, eso era formalizado en un contrato consensuado con el Estado, que los apoyaba. Cómo: El combo tiene cinco elementos. La inteligencia individual de algún empresario schumpeteriano innovador, los esfuerzos corporativos, las subvenciones cruzadas dentro del mismo grupo, las ayudas públicas protegiendo el mercado de competidores extranjeros más financiamiento barato y de largo plazo, y, finalmente, el sacrificio y la lealtad de los consumidores que compraban lo nacional, aunque no fuera de máxima calidad, al principio. Era una coalición ganadora de carácter patriótico con varios protagonistas. Ganar-Ganar. Nada de contrabando, nada de acaparadores del poder económico y político, nada de crony capitalism con puertas giratorias, sobrefacturaciones, nepobabies y compras públicas basadas en secuaces que descomponen el mercado que en los primeros tiempos era proteccionista, en modo MAGA 2025, protegiendo lo nacional: Inversores, trabajadores, bienes y servicios.
LA REGLA DEBE SER. Si alguien va a hacerse más millonario, primero los paraguayos. El éxito está reservado como política pública para aquellos empresarios honestos que estén dispuestos a sustituir importaciones y ganar nuevos mercados luego de estar maduros en el core business que quieran explotar. Nokia era una fábrica de papel que subvencionó su área de electrónica y telecomunicaciones con las ganancias de las celulosas, del mismo cuero sale la correa, apoyada también por el Estado con financiamiento de largo plazo y protección de mercado. Estados Unidos, cuna del libre mercado en América, inventó la teoría de la protección de las industrias nacientes y siempre erigió muros proteccionistas que ahora Trump se propone de nuevo a erguir. Alexander Hamilton en EEUU –en modo contraintuitivo a Bernardino Caballero, que en 1883 vendió en forma concentrada muchas tierras a unos pocos extranjeros– inició la gran reforma agraria para atomizar la propiedad en muchos estadounidenses de modo que existan millones de farmers con crédito y apoyo técnico descentralizado, sobre todo el territorio nacional. El Paraguay todavía no hizo su reforma agraria y ya regaló más de ocho millones de hectáreas de tierras malhabidas en el siglo XX a militares y amigotes del dictador que no eran sujetos de dicho programa.
Mucha gente cree que los países desarrollados son el resultado del mercado totalmente desregulado y de un Estado mínimo que no corta ni pincha. Grave error. La financiación pública de los NIH o Institutos Nacionales de Salud en los EEUU permitió la creación de las vacunas, los mayores adelantos de la industria farmacéutica y la bioingeniería, que hoy nos permiten agregar tantos años más de vida a los seres humamos.
Nada es riesgo exclusivamente privado de un empresario innovador. Al contrario. Los semiconductores, los celulares, el GPS, la pantalla táctil y otras tecnologías que hoy son explotadas por empresas privadas tuvieron financiación pública durante todos los inicios antes de que maduraran, corrigieran los errores, pagaran los sobrecostos y comenzaran a tener lucro. Claro, no tenían a CFV y a SP dirigiendo la economía sin que nada llegue a los bolsillos de la gente de a pie, como acusa el senador Leite.
El espíritu empresarial, supuestamente independiente del Estado, tan valorado en estos tiempos de libertarios y sus etcéteras, hace parecer que es una herejía lo que acabo de exponer con tantas evidencias empíricas. El desarrollo humano no es un logro individual del sector privado, sino que es un esfuerzo colectivo en el que participaron líderes políticos con visión de transformación de la realidad, de altísimo nivel; también ingenieros, trabajadores, científicos del sector privado; administradores y responsables de políticas públicas y hasta los propios clientes y consumidores. No siempre, porque la moda hace que todos crean en algo (VLLC y MAGA) eso es la verdad verdadera. Mucho de lo que hoy parece que arrasa como aspiracional político es pura propaganda que no tiene mucha consistencia histórica ni de futuro. De hecho, Trump se prepara para impulsar la mayor política proteccionista antilibre mercado y de guerra geopolítica de los últimos tiempos en la historia de la humanidad, desde la experiencia del socialismo real de la URSS, que también fracasó.
Algo inaudito. Saludos cordiales.