Si además, lo tratan de tontos y retrasados que no pueden entender el presupuesto como lo dijo desfachatadamente Fernández Valdovinos, la provocación de Bachi Nuñez que no eran más que 100 o Esgaib y Mora que los trataron de tavy kaka o incapaces es completamente merecida la reacción en contra que tuvieron. Hasta el limitado y pichado presidente del Congreso, Ovelar, reconoció que se aprueban leyes sin discutirlas en profundidad para tener como consecuencia estos resultados. La audiencia pública a la que solo asistieron tres colorados demostró un signo de esperanza en el futuro del país. Argumentos contundentes de los jóvenes en los que dominó la palabra confianza como factor central para explicar porqué dar de comer solo 180 días al año no puede ser Hambre Cero y por qué los recursos del arancel, investigación y a la salud se acaban yendo a la famosa Fuente 10 que ni el propio ministro de Economía lo conoce con certeza. Me recuerda a un antecesor suyo que me decía: “Esto del presupuesto es puro bola, la cosa se decide por el fast track o slow track todo por decisiones políticas caprichosas, de vendetta y presión del Ejecutivo”. Esa es la realidad y todos lo sabemos, por eso, los jóvenes universitarios no se comen el cuento que los mismos están blindados y son tan poco en monto total que no debieran preocuparse. Se cerraron 5 importantes embajadas para ahorrar 8 millones, así ya pueden imaginarse como están las arcas públicas. Puede haber plata para contratar nepobabies o correligionarios, pero no para pagar el salario de los mejores médicos especialistas del corazón del Hospital Pediátrico Acosta Ñu. Lo peor de todo esto es que lo hacen a cielo abierto y sin rubor por las contradicciones que envían a la población. Lo que le queda al Gobierno es derogar la ley y volver a estudiarla. Darle una denominación más responsable, modesta y adecuada a la realidad y además, establecer un nuevo pacto con la sociedad. Podría llamarse sencillamente “apoyo a la educación” y que englobara comida, investigación, arancel y becas. Sería claramente más realista y si además se incluye un poderoso control sobre el manejo de los 300 millones anuales en tiempo real podríamos decir que la movilización, el zapateo y la desconfianza de los jóvenes han valido la pena. Se dejará a un lado las expresiones de unos personeros del Gobierno incapaces de entender que el problema con el que lidian es de mayor calado que lo que observan sobre la superficie. La gente no cree en ellos.
Los jóvenes perciben que le sacan futuro. No solo cuando nombran a bachilleres con jugosos salarios solo por lealtad partidaria y que las huestes coloradas están listas para incendiarlo todo si no reparten el botín electoral conseguido hace casi un año. Solo que este modelo no sirve más que para algunos. Los que estudian saben muy bien que no se puede hacer de los guapitos porque Peña les dijo muy bien en campaña que para trabajar en el Estado con salarios de más de 3 mil dólares se requieren lealtad y abyección al partido.
No sirve tratar de vender un país que no existe cuando no se animan a hacer lo que deben porque le tienen miedo a los costos políticos que eso supone. Mientras tanto solo les queda cosechar desconfianza, desprecio y repudio porque es lo que sembraron.