Así lo constata un estudio desarrollado por el Instituto de Investigaciones del Acuario de la Bahía de Monterrey (Mbari) que publica este jueves la revista Scientific Reports, en el que ha colaborado también la Universidad de California San Diego.
Sus autores confirmaron, por primera vez, que la presencia de residuos plásticos de menos de cinco milímetros, denominados microplásticos, es mayor de lo que se creía en la zona pelágica de Monterrey, en la columna de agua que va desde la superficie hasta profundidades de unos 1.000 metros.
Asimismo, explican que esta franja vertical de microplásticos procede, en su mayoría, de productos de consumo humano y advierten de que podría estar entrando en las redes alimentarias marinas de la superficie y del fondo del océano.
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Los expertos destacan que este trabajo analiza por primera vez de manera sistemática la concentración de plástico bajo la superficie del mar y la compara con la de la “Gran Mancha de Basura del Pacífico”, también conocida como “El séptimo continente”.
Esta enorme “isla de basura” ocupa una extensión de 3,4 millones de kilómetros cuadrados entre la isla de Hawai y California y su circunferencia mide unos 22.000 kilómetros, lo que arroja un peso estimado de en torno a 100 millones de toneladas.
“Nuestros hallazgos refuerzan un creciente número de evidencias científicas que sostienen que las aguas y los animales de las profundidades marinas, el hábitat más grande de la Tierra, son el mayor depósito de desechos plásticos pequeños”, señala en un comunicado Anela Choy, la principal autora del estudio.
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La investigación, prosigue, también demuestra que existe “una relación” entre la manera en que se “distribuyen los microplásticos por la columna de agua” y cómo “se introduce este material extraño en las redes alimentarias” por la acción de ciertos animales, como cangrejos rojos pelágicos y larváceos gigantes.
Para su estudio, los expertos recogieron con un robot submarino muestras de 26.239 litros de agua procedentes de profundidades de entre cinco y 1.000 metros, al tiempo que examinaron la concentración de microplásticos en los organismos de esas dos especies marinas, que se alimentan por filtración.
Descubrieron que el plástico más común hallado en las muestras de agua y en el tracto gastrointestinal de los cangrejos pelágicos es el tereftalato de polietileno (PET, sus siglas en inglés), muy usado en envases de bebidas y textiles.
Los larváceos gigantes producen unos desechos gástricos que se agrupan en torno a unas estructuras de mallas mucosas, como filtros, que se hunden en el fondo de mar, donde sirven de alimento para otros animales.
Estas mallas mucosas también contienen microplásticos, que actúan como vectores de transporte de estos residuos desde la zonas más próximas a la superficie hasta las más profundas del mar.
Las concentraciones más altas de microplásticos y la mayor diversidad de tipos de plástico se detectaron en la base de la zona fótica, aquella en la que aún penetra la luz del sol, así como en las áreas alejadas de la costa.
Esto sugiere que la contaminación microplástica se extiende mucho más lejos y más extensamente en las aguas, sedimentos y comunidades de animales de las profundidades marinas de lo que se suponía hasta ahora.