Cuando se acercó al ente estatal, observó que en la carpeta figuraban dos préstamos, uno de 2017 y el otro de 2018, pero que la firma era falsificada, según su denuncia. A simple vista se nota la diferencia respecto a los créditos anteriores donde ella sí había consentido su responsabilidad como codeudora, cuentas que ya fueron saldadas en su momento.
Para interiorizarse más sobre su caso, Celia cerró su pequeño kiosko en la compañía de Jagua Cuá, se acercó al CAH y a la Fiscalía con el seguimiento del equipo de ÚH.
Perdió toda una mañana buscando explicaciones. En la primera institución le dijeron que lastimosamente hay muchos casos similares y que puede quedar tranquila si realmente no firmó como codeudora, mientras que en la Fiscalía le advirtieron que hay pocos peritos y que la evaluación de su firma podría tardar, mientras que la deuda crece con la mora.
