Datos publicados recientemente por este diario señalan que, cada mes, entre 20 y 25 jóvenes paraguayos son detenidos en el Aeropuerto Internacional de Foz de Yguazú con cargas ilegales, específicamente cocaína. En esta información se juntan dos realidades: la evidente falta de oportunidades para los jóvenes en el Paraguay y el creciente poder del narcotráfico y el crimen organizado, sumado a las condiciones de precariedad y pobreza en las que subsiste la población. Urgen planes de gobierno y alternativas para nuestra juventud.
Las cifras citadas por el cónsul adjunto, Iván Airaldi, entre 20 y 25 jóvenes paraguayos detenidos nos habla en primera instancia de personas sin oportunidades, marcadas por la desesperanza y que fácilmente ceden a la manipulación de redes criminales. Según el funcionario, el perfil es similar: jóvenes de escasos recursos, sin antecedentes penales ni vínculos con los altos mandos del narcotráfico, impulsados principalmente por urgencias económicas.
Se sabe que captan a estos jóvenes aprovechándose de su vulnerabilidad, pues estos quieren ayudar a sus familias, salir de la pobreza, aspirar a un futuro mejor. Al mismo tiempo, la oferta económica resulta prácticamente irresistible, considerando las escasas o nulas oportunidades de empleo, salud y educación que ofrece el país.
Las víctimas de este engaño quedan atrapadas en un esquema cuidadosamente estructurado. No pueden proporcionar información, ya que sus contactos utilizan nombres falsos y los números de teléfono están registrados con documentos robados. Si caen en manos de la policía, toda conexión se interrumpe.
Estos jóvenes constituyen el eslabón más débil de una cadena en la que ellos son los únicos que pagan el precio más alto; las condenas que reciben van de 5 a 15 años en cárceles brasileñas, lejos de sus familias y con escasas posibilidades de reinserción. Lamentablemente, como afirma el cónsul adjunto: “Mientras haya pobreza, seguirá habiendo jóvenes dispuestos a correr el riesgo. Estas redes criminales están mejor organizadas que cualquier gobierno y saben exactamente a quién dirigirse”. (ÚH - 17-03-2025).
Estos jóvenes atrapados en el narcotráfico son el rostro visible de las instituciones del Estado que no ofrecen ninguna oportunidad a su juventud. Los jóvenes paraguayos no tienen cabida en los planes de gobierno y para ellos nunca se formulan las necesarias políticas públicas que los conduzcan a una segura incorporación al mundo laboral en condiciones dignas, como tampoco se les brinda las condiciones de vida necesarias para un desarrollo con salud, educación, acceso a la cultura y al deporte.
El déficit más importante es el bajo nivel educativo de la población. Y, como es bien sabido, sin educación, los jóvenes apenas pueden acceder a empleos precarios, ya que sin una sólida formación son escasas las posibilidades de contar con un trabajo decente, lo que conlleva acceso a una seguridad social y a mediano plazo, salir de la pobreza.
En el fondo de esta problemática se encuentra la desigualdad. Mientras los jóvenes paraguayos no pueden estudiar y aspirar a tener mejor calidad de vida, contribuir al desarrollo y realizarse, mientras no tienen oportunidad de vivir con seguridad, una vida saludable, acceder a la cultura o practicar deportes, hay cientos de jóvenes que, sin estudios y sin más méritos que ser hijo de un diputado o un vicepresidente tienen cargos en las instituciones del Estado como el Congreso, con estabilidad y salarios millonarios.
Si no se formulan políticas públicas, los jóvenes paraguayos no podrán ser protagonistas de su futuro y, en cambio, seguirán siendo fáciles instrumentos del narcotráfico y el crimen organizado.