“La disparidad de género en el acceso al empleo y en las condiciones de trabajo son mayores de lo que pensábamos y los progresos que se han hecho son lentos y decepcionantes”, señaló hoy la entidad al difundir los primeros resultados de una nueva forma de medir estas desigualdades y que toma en cuenta factores relativos a la realidad de las mujeres que no se estaban considerando.
Las conclusiones ponen en evidencia una situación mucho más “desoladora” para las mujeres de lo que expresan las tasas de desempleo que se utilizan habitualmente.
Según los nuevos datos, un 15% de mujeres en edad de trabajar quieren un empleo, comparado con un 10,5% en el caso de los hombres, lo que indica que esta brecha no se ha reducido en dos décadas.
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Esta realidad que no se refleja en las estadísticas de desempleo porque los criterios que se utilizan excluyen de forma exagerada a las mujeres.
La brecha es mucho más elevada cuanto más pobre es el país. En los países en desarrollo en general, casi el 25% de mujeres no pueden encontrar un empleo, frente al 16,6% de hombres, a lo que contribuye las mayores responsabilidades familiares que asumen las primeras, incluido el trabajo que supone el cuidado de niños y ancianos.
Estas actividades impiden que las mujeres busquen empleo de forma eficaz o que puedan estar disponibles rápidamente.
Las mujeres también son mayoritarias en los empleos considerados “vulnerables”, como por ejemplo los que realizan en sus propios hogares o cuando trabajan para algún familiar.
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Esta situación sumada al menor acceso al empleo tiene una repercusión muy negativa en los ingresos de las mujeres a nivel global: por cada dólar que los hombres ganan, las mujeres ganan 0,51 céntimos.
Esta disparidad aumenta en los países de ingresos bajos (29 céntimos por cada dólar de un hombre) y de ingresos medios (33 céntimos), y aunque en los países de ingresos más altos la situación es algo mejor, dista mucho de ser ideal.
En estos últimos, las mujeres ganan entre 56 y 58 céntimos por cada dólar que ingresan los hombres.