Al término de una misa íntima en la capilla San Jorge, una iglesia gótica del siglo XV situada en los terrenos del castillo de Windsor, el féretro de la monarca fue descendido a la cripta donde reposan una larga lista de reyes británicos.
En una ceremonia privada posterior, en presencia únicamente de sus familiares más cercanos, la reina será enterrada en el Memorial Jorge VI, una pequeña capilla anexa donde descansan sus padres y las cenizas de su hermana Margarita. Isabel II será enterrada junto a su marido, fallecido el año pasado, a los 99 años.
Unos 800 invitados, incluidos empleados de la difunta reina, asistieron a este último oficio religioso en que el lord chambelán, funcionario de mayor rango de la casa real, rompió su vara de mando y la colocó sobre el ataúd, marcando el fin del reinado de Isabel II.
La corona imperial, el orbe y el cetro, emblemas de la monarquía que cubrían el ataúd, fueron retirados y colocados sobre el altar.
CAPÍTULO DE LA HISTORIA. Símbolo de una era de grandes cambios, Isabel II llegó al trono en 1952, en un Reino Unido aún sumido en la posguerra mundial, y se marchó en el 2022 de la pospandemia y el brexit. No solo conoció a 15 primeros ministros británicos, de Winston Churchill a la actual Liz Truss, sino también a figuras históricas, como el soviético Nikita Jruschev, la madre Teresa de Calcuta o el sudafricano Nelson Mandela. Y a artistas como Charlie Chaplin, Michael Jackson o Lady Gaga.
“Su legado ocupará un lugar destacado en las páginas de la historia británica y en la historia de nuestro mundo”, escribió de ella el presidente estadounidense, Joe Biden.
La víspera del funeral, el Palacio de Buckingham difundió una foto inédita de la reina, tomada para su jubileo de platino en junio, que la mostraba vestida de azul pálido y luciendo una resplandeciente sonrisa.
Isabel II falleció el 8 de setiembre, a los 96 años, cuando pasaba el verano en su residencia escocesa de Balmoral. Su salud no dejaba de empeorar desde hacía un año, pero la desaparición de una monarca cuya presencia parecía casi eterna conmocionó al país y al mundo.
El Reino Unido la homenajeó con diez días de luto nacional, cortejos y procesiones, y una masiva emoción popular que volvió casi imperceptibles las protestas de una minoría de republicanos.
Su hijo mayor, de 73 años, la sucedió como Carlos III. Hasta ahora, uno de los miembros menos apreciados de la familia real británica, su popularidad subió en los últimos días.
“AMABA SERVIR”. Unos 500 líderes políticos y monarcas del mundo se reunieron en Londres para homenajearla en un grandioso funeral de Estado: de Biden al presidente brasileño Jair Bolsonaro, de los reyes de España –Felipe y Letizia, junto a los eméritos Juan Carlos y Sofía-- hasta el emperador Naruhito de Japón. En la imponente abadía de Westminster, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, líder espiritual de la Iglesia Anglicana, alabó la vida de la monarca, dedicada durante siete décadas a su pueblo.
“Las personas que aman servir son infrecuentes en cualquier ámbito de la vida. Los líderes que aman servir son aún más infrecuentes. Pero en todos los casos, aquellos que sirven serán amados y recordados, mientras que quienes se aferran al poder y los privilegios son olvidados”, afirmó Welby.
El Coro de la Abadía de Westminster y el Coro de la Capilla Real hicieron vibrar con sus cánticos a los 2.000 asistentes.
Una estremecedora fanfarria de los trompeteros de la caballería de la casa real dio paso a dos minutos de silencio, observados en todos los rincones del país, de las calles a los parques y los bares, donde muchos siguieron la ceremonia por televisión.
Tras el oficio religioso, Carlos III y sus hermanos Ana (72 años), Andrés (62) y Eduardo (58), seguidos por sus hijos Guillermo (40) y Enrique (38), acompañaron a pie el féretro en una procesión de casi 2 km por el centro de Londres. El ataúd fue cargado sobre un carro de la Royal Navy que, al son de las marchas fúnebres de Beethoven, Mendelssohn y Chopin, fue tirado por decenas de marinos hasta al Arco de Wellington, en Hyde Park Corner. Bisnietos de la monarca, el príncipe Jorge, de 9 años, segundo en la línea sucesoria, y su hermana Carlota, de 7 años, siguieron al cortejo en el primero de varios automóviles oficiales, junto a su madre Catalina y la nueva reina consorte, Camila.
Un rito perfectamente coreografiado
Con los invitados –entre ellos 200 miembros de la sociedad civil reconocidos por sus obras por la reina– ya instalados, el féretro fue introducido en el templo a las once en punto para que el coro de la abadía lo recibiese con el canto “Yo soy la resurrección y la vida”, que ha sonado en cada funeral de Estado, desde el siglo XVIII. Tras el recibimiento por el deán de Westminster, David Hoyle, y la lectura del Evangelio según San Juan por la primera ministra, Liz Truss, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, pronunció un sermón en el que destacó la vocación de servicio de Isabel II.
DESCANSO. Tras la misa íntima en la capilla San Jorge, el féretro fue descendido a la cripta real.
ADIÓS. En la Abadía de Westminster se puso el broche a los diez días de luto nacional.
SÍMBOLOS. La corona imperial, el orbe y el cetro cubrían el ataúd.
UNIDOS. Restos de su esposo, el príncipe Felipe, están junto a ella.
En las 4 naciones del Reino Unido, un mismo dolor
Cientos de miles de personas en las cuatro naciones que conforman el Reino Unido –Inglaterra, Irlanda del Norte, Escocia y Gales– se unieron en el dolor para despedir a la reina Isabel II, su monarca más longeva. El funeral de Estado oficiado en la Abadía de West-minster, en Londres, y la posterior procesión por el centro de la capital británica fueron retransmitidos en directo a 125 cines de todo el país y a millones de hogares por televisión. Los británicos se reunieron en sus casas, en los centros comunitarios y en los pubs, aprovechando que el día fue declarado festivo.