Paolo Stagni, quien en 2018 cursaba la carrera de economía en la Universidad Católica Nuestra Señora de Asunción (UCA), diseñó y planificó, en ese entonces, junto con dos compañeros de estudio, Gonzalo Martínez e Ignacio Rotela, un proyecto para dar solución al desperdicio y la contaminación causada por estos frutos en Asunción.
"¡Préstame atención! Esta llamada bien puede valer un millón de dólares”, fue la frase acuñada por Stagni para promocionar ante sus amigos y conocidos la iniciativa.
Fue así como nació Remango, que Stagni describió en una entrevista como “una plataforma que ofrece soluciones sustentables en torno al desperdicio” del mango, una fruta ampliamente cotizada en otras latitudes y que se pudre en las calles y aceras de la ciudad.
Evitar el desperdicio
La misión de Remango es rescatar la mayor cantidad de frutos posibles y convertirlos en materia prima para las industrias que producen jugos, mermeladas, helados, cervezas o yogures.
Bajo este concepto, Stagni, Martínez y Rotela se postularon al Hult Prize, una competencia copatrocinada por la Escuela Internacional de Negocios Hult, las Naciones Unidas y el ex presidente estadounidense Bill Clinton.
El evento premia con un millón de dólares al proyecto ganador de propuestas de jóvenes universitarios dirigidas a atender desafíos en materia de seguridad alimentaria, acceso al agua, energía y educación.
Y aunque la idea de retirar los mangos de las calles capitalinas no es nueva, ya que se han puesto en marcha proyectos que no han permanecido en el tiempo, el jurado del certamen internacional consideró atractiva la propuesta paraguaya. Fue así como Remango terminó entre los siete proyectos ganadores del desafío “Food For Good” del año 2021.
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La competencia, sin embargo, culminó en la fase semifinal, debido a las restricciones de movilización por el Covid-19. El jurado repartió el premio entre los siete seleccionados, es decir, USD 150.000 para cada uno.
Desde entonces, Remango se ha dedicado a la recolección, procesamiento y comercialización de productos a base de mango, lo que representa, según palabras de Stagni, “un triple impacto” desde el punto de vista económico, social y ambiental.
Los mangos son recolectados por camiones de reciclaje y llevados a una planta, donde se seleccionan los que están en mejor estado y luego se convierten en concentrado de pulpa, principalmente congelada, y envasada de forma aséptica. El producto final es vendido a distintas industrias, añadió, por su parte, Martínez.
Este emprendimiento planea expandir su modelo de negocio a otros países como Argentina y Chile, y ya está en conversaciones con una empresa de destilería orgánica para producir un “brandi sabor a mango”, dijo este joven.
Largo trecho
Sin embargo, el impacto de Remango es aún limitado, pues, según Martínez, en Asunción se pudren cerca de 60.000 toneladas de esta fruta en un periodo de tres a cuatro meses durante el año.
Y el mango no es el único. Mónica Rivas, coordinadora de la Fundación Banco de Alimentos de Paraguay, una ONG que forma parte de la red internacional Global FoodBanking, señaló que solo en el Mercado Central de Abasto de Asunción se desperdician cerca de 40.000 kilos de frutas y verduras diariamente.
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Otras organizaciones también se han interesado en esta problemática. Este es el caso de M’bojao (término guaraní que significa “compartir”), que desde 2017 recoge los alimentos que son descartados diariamente por el sector gastronómico.
La directora de M’bojao, Ximena Mendoza, indicó que esta iniciativa busca atender a “personas en situación de calle que no tienen acceso a alimentos” y alivianar el problema que representa su desperdicio.