“Es una cuestión dirigida a todos los países del mundo”, dijo el lunes por la noche durante un desplazamiento a París para una conferencia de apoyo a Ucrania.
Galushchenko acude también para pedir material de ayuda para que los ucranianos pasen el invierno, que enfrentarán con hasta un 50% de la infraestructura energética dañada por ataques en los últimos dos meses, y para comenzar las tareas de reconstrucción.
El país depende en más de un 50% de la energía nuclear para producir electricidad y no tiene intención de renunciar a ello.
“Tenemos proyectos de nuevas centrales, contratos ya firmados, y continuaremos con el nuclear porque tenemos una gran experiencia y miles de profesionales”, explicó.
Por contra, en su opinión, es urgente revisar los manuales de seguridad nuclear civil que no preveían lo ocurrido en Ucrania.
“Nadie pensaba en esto porque todos los riesgos contemplados eran accidentales”, como la colisión de un avión y la capacidad de un reactor de resistir a ella, indicó el ministro.
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“Tenemos que contemplar las amenazas militares. Es absolutamente nuevo, no solo para nosotros sino para el mundo entero, tenemos que reflexionar juntos (...) Esta guerra cambia absolutamente nuestra visión de la seguridad y la protección nuclear”, dijo.
“No es solamente un problema de protección nuclear ucraniana, es que cualquier misil puede volar un millar de kilómetros y alcanzar un reactor nuclear (...) Esta situación nos lleva absolutamente a repensar lo que tenemos que hacer desde el punto de vista de seguridad”, añadió.
Juego de locos
Situada en el este del país, Zaporiyia, la mayor central de Europa con seis reactores, está ocupada por los rusos.
Las discusiones para desmilitarizar la zona no progresan y los alrededores del complejo continúan siendo blanco de bombardeos.
Las fuerzas rusas “bombardearon las líneas que conectan Zaporiyia con la red en varias ocasiones y la central sufrió apagones cinco veces”, dijo el ministro.
Una central nuclear, incluso desconectada como lo está Zaporiyia desde septiembre, necesita una alimentación eléctrica constante para enfriar el combustible.
Cada una de estas veces, “los generadores diésel se pusieron en marcha” en “un escenario parecido al de Fukushima”, dijo el ministro en referencia a la catástrofe ocurrida en la central japonesa en 2011.
“Bombardean las líneas ucranianas, la central pone en marcha sus generadores diésel y esto significa que estamos a un paso del accidente”, insistió.
Los generadores disponen de reservas de carburante para aguantar durante 10 días.
“Es un juego de locos alrededor de la seguridad nuclear (...), un juego peligroso”, añadió.
En Zaporiyia, la seguridad está garantizada por personal ucraniano que vive, según el ministro, “bajo presión todos los días, moral y física”, sin hablar de la fatiga y de episodios en que los técnicos son disparados por francotiradores cuando reparan las líneas, explicó.
"¿Tenemos que temer un ataque de misil en la central de Rivne o en la de Jmelnitski? No lo sé, no me sorprendería si esto ocurre porque ya hemos tenido un misil caído a un centenar de metros de un reactor en el sur de Ucrania, accidentalmente o no”, dijo en referencia a otras plantas en su país.
“Pero cuando usas 100 misiles, puede haber accidente y que un misil caiga en cualquier lugar”, advirtió.