El intenso pulso de radiación de rayos gamma, que se detectó el 9 de octubre del año pasado, barrió nuestro sistema solar y los astrónomos persiguieron el fenómeno con los telescopios más potentes del mundo para estudiarlo. Algunos resultados los publica hoy Astrophysical Journal Letters.
El estallido catalogado como GRB 221009A es realmente inusual, pues estadísticamente solo se espera que ocurra una vez en muchos miles de años, “incluso puede ser el estallido de rayos gamma más brillante desde que comenzó la civilización humana”, según la Agencia Espacial Europea (ESA).
Los datos de este raro acontecimiento podrían llegar a ser decisivos para comprender los detalles de las colosales explosiones que crean los estallidos de rayos gamma.
Los rayos X de la explosión iluminaron 20 nubes de polvo de nuestra galaxia, permitiendo determinar sus distancias y propiedades con más precisión que nunca.
Sin embargo, sigue habiendo un misterio, pues los restos de la explosión estelar que produjo el estallido de rayos gamma parecen haber desaparecido sin dejar rastro.
El Observatorio Swift Neil Gehrels de la NASA fue el primero en detectar los X y la fuente parecía estar situada en la Vía Láctea, no muy lejos del centro galáctico.
Sin embargo, las observaciones del Very Large Telescope (VLT) del Observatorio Europeo Austral (ESO) lo situaron en una galaxia mucho más lejana detrás de la nuestra y a unos dos millones de años luz, por lo que tuvo que ser excepcionalmente brillante.
“La diferencia entre la típica explosión de rayos gamma y esta es, más o menos, la misma entre la bombilla del salón de casa y los focos encendidos de un estadio deportivo”, explicó Andrew Levan, de la Universidad de Radbound (Países Bajos), que utilizó los telescopios espaciales James Webb y Hubble de para observarla.
Para la investigadora de la ESA, especialista en GRB, Alicia Rouco “ha sido un acontecimiento muy revelador. Hemos tenido mucha suerte de presenciarlo”.
La emisión de rayos del GRB duró más de 300 segundos y los astrónomos creen que estos fenómenos, cuando son de “larga duración” como este, pueden ser el “grito de nacimiento” de un agujero negro, que se forma cuando el núcleo de una estrella masiva que gira rápidamente colapsa bajo su propio peso.
El agujero negro recién nacido lanza potentes chorros de plasma a una velocidad cercana a la de la luz, que atraviesan la estrella en colapso y brillan con rayos gamma, explica el Centro para Astrofísica del Harvard Smithsonian (EEUU).
Los cálculos muestran que, durante esos segundos, la explosión depositó alrededor de un gigavatio de energía en la atmósfera superior de la Tierra, lo que equivale a la producida por una central terrestre y se emitieron tantos rayos gamma y X que excitaron la ionosfera de la Tierra”, destaca Erik Kuulkers, científico del proyecto Integral de la ESA.
El evento fue tan brillante que incluso hoy en día la radiación residual, conocida como resplandor, sigue siendo visible y se seguirá viendo “durante años”, dice el científico de la Universidad de Ginebra Volodymyr Savchenko, lo que permitirá seguir estudiando el estallido.
La gran cantidad de datos recogidos por una gran variedad de instrumentos se están reuniendo para comprender cómo se produjo la explosión original y cómo la radiación ha interactuado con otra materia en su viaje por el espacio.
Uno de los campos que ya ha dado resultados científicos es el de la forma en que los rayos X han iluminado las nubes de polvo de nuestra galaxia.
La radiación viajó por el espacio intergaláctico durante unos 2.000 millones de años antes de entrar en nuestra galaxia. Encontró la primera nube de polvo hace unos 60.000 años y la última hace unos 1.000 años.