El resultado de este trabajo, publicado en la revista Nature Astronomy, identifica las novas como un nuevo tipo de fuente de rayos gamma de muy alta energía, ha informado el Instituto de Astrofísica del archipiélago español de las Canarias (IAC), cuya investigadora Alicia López Oramas colidera el estudio.
Este evento es el primero que se percibe a estas energías y permite comprender mejor esta clase de erupciones y su potencial papel en la producción de los misteriosos rayos cósmicos que habitan la Vía Láctea.
El fin de una estrella tras su muerte depende de su masa y dentro de unos 5.000 millones de años, cuando el Sol se agote, se expandirá hasta convertirse en una estrella gigante roja, para después colapsar en un cadáver estelar conocido como enana blanca.
Estos remanentes estelares son muy densos y, bajo ciertas circunstancias, pueden producir grandes explosiones.
En sistemas binarios en que la enana blanca tenga como compañera una estrella gigante roja, el hidrógeno proveniente de las capas más externas de la gigante roja puede sucumbir a la atracción gravitacional de la enana blanca y acumularse en su superficie.
Este “vampirismo” de una enana blanca sobre una estrella en fase activa tiene como consecuencia una explosión nuclear en su superficie que hace que esta expulse la mayor parte del hidrógeno y los productos de la fusión hacia el espacio interestelar, a velocidades de unos dos a cuatro mil kilómetros por segundo.
Este tipo de explosión es muy luminosa, pudiendo ser hasta 100.000 veces más brillante que el Sol y son conocidas como nova.
Si el ciclo de transferencia de material entre las dos estrellas comienza de nuevo, se puede reiniciar el proceso que en el futuro desembocará otra vez en una explosión en los sistemas conocidos como recurrentes.
Cuando se recibe la alerta de la explosión de la nova RS Ophiuchi, el 8 de agosto de 2021, se activa un amplio dispositivo de seguimiento.
“Desde que recibimos la alerta, supimos que teníamos que hacer un seguimiento de este evento único”, apunta López Oramas, quien coordinó la campaña de observación dentro de la Colaboración MAGIC.
Para Rubén López Coto, otro de los autores principales del trabajo, la erupción de RS Oph es un evento muy raro en el cielo en rayos gammas, ya que es la nova más luminosa y con el flujo más alto detectada en rayos gamma hasta la fecha.
El 9 de agosto, la Colaboración MAGIC usó su sistema gemelo de telescopios Cherenkov, ubicado en el Observatorio del Roque de los Muchachos, en la isla canaria de La Palma, para observar en la dirección de RS Oph, detectando la fuente.
La nova pudo ser detectada a energías 100.000 millones de veces mayores que la luz visible.
“Este trabajo ha identificado las novas como un nuevo tipo de fuente de rayos gamma de muy alta energía. Se ha abierto, por tanto, una nueva línea de investigación en la astronomía de rayos gamma de muy alta energía”, continúa López Oramas.
El equipo de investigación desveló que la explosión de la nova fue lo suficientemente energética para producir fuertes ondas de choque en el medio que rodeaba al sistema estelar.
Estas ondas de choque son las encargadas de acelerar las pequeñas partículas subatómicas presentes en el medio interestelar hasta velocidades cercanas a las de la luz.
En el caso de la nova RS Ophiuchi 2021, el modelo que mejor describe las observaciones de MAGIC y de otros telescopios afirma que los rayos gamma de muy alta energía son producidos por protones, partículas cargadas positivamente que constituyen los núcleos de átomos de hidrógeno.
Aunque las erupciones de novas son menos energéticas que sus primas las supernovas, en las que una estrella muere en una explosión catastrófica, son también mucho más frecuentes.
Los resultados obtenidos por el grupo de la Colaboración MAGIC y sus colegas indican que, aunque la mayoría de los rayos cósmicos que permean la Vía Láctea están generados en otras fuentes, las novas pueden ser sorprendentemente eficientes en acelerar protones en sus vecindades.