Este sábado 2 de noviembre, desde las 18:00, en el predio del Centro Paraguayo Japonés -CPJ- (Julio Correa y Domingo Portillo), de Asunción, tiene lugar la tradicional conmemoración del Día de los Muertos.
En la ocasión se presenta un montaje del tradicional altar de muertos y un duelo (concurso) de catrines y catrinas.
En la sección artística, se ofrecerá música a cargo de Mirtha Talavera y su grupo, quienes interpretarán una serie de canciones mexicanas dedicadas a los muertos.
La sección gastronómica, a cargo de restaurantes locales de comida mexicana, ofrecerán los tradicionales platillos preparados en la época, y “no faltará el tradicional pan de muertos”, adelantó a ÚH, Juan Manuel Nungaray, embajador de México en Paraguay.
“En muchas culturas la muerte está ligada a lo funesto, al dolor, a lo macabro, a lo terrorífico. Y uno se pregunta el porqué de la muerte, cuál es el sentido de la muerte y a dónde vamos. Puede generar miedo y entonces, buscamos escondernos o evitarla. Sin embargo, cuando te toca, ni aunque te quites y cuando no te toca, ni aunque te pongas”, señala en un ensayo Jacqueline Morán, de la embajada de México en Paraguay.
Celebrando la muerte
Pero ¿por qué se dice que los mexicanos se ríen de la muerte?, ¿por qué celebramos de manera festiva y colorida el día de muertos el 1 y 2 de noviembre?, continúa su análisis Jacqueline Morán.
¿Acaso no sentimos dolor y nostalgia por los seres queridos que han fallecido?, ¿acaso no son días de luto?, ¿cómo está eso que llevamos comida y música a los cementerios?, ¿calaveritas de azúcar con nuestro nombre en la frente?, ¿Pan de muerto para comer?
“Bueno, esta idiosincrasia ha llegado a ser mal entendida e incluso muchos extranjeros piensan que el pueblo mexicano es adorador de la muerte. Una total irreverente falacia. Lo que pasa es que cada cultura tiene una forma diferente de acercarse, ver y ´torear´ a la muerte. La mexicana es por medio de la insolencia”, detalla la experta.
Pero lo más importante es que la celebración del Día de los Muertos -con todo y su festividad-, “es una forma de rendir culto a nuestros antepasados, en la cual la muerte no representa una ausencia sino a una presencia viva de nuestros seres queridos”, añade.
La familia mexicana no sólo son padres e hijos, sino tíos, primos, abuelos, bisabuelos, etcétera; por ello, compartir el alimento con vivos y muertos es lo que les hace reforzar vínculos familiares, “pero también es un momento privilegiado de encuentro con los integrantes de nuestra propia comunidad”, subraya Jacqueline Morán.
El Día de los Muertos en la visión indígena mexicana está asociado al retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en su honor.
En la época prehispánica cuando alguien moría era enterrado envuelto en un petate y sus familiares organizaban una fiesta con el fin de guiarlo en su recorrido al Mictlán, el lugar del descanso eterno para las almas y que fue creado por los dioses.
Al difunto le colocaban comida que le gustaba en vida, con la creencia de que podría llegar a sentir hambre, “y es que para llegar al Mictlán se tiene que hacer un largo viaje, atravesando obstáculos que miden la fortaleza de nuestro espíritu”, sostiene.
Prácticas y tradiciones
Las prácticas y tradiciones que prevalecen en torno a la celebración del Día de los Muertos, tanto en las ciudades como en un gran número de poblaciones rurales, constituyen una de las costumbres más vigorosas y dinámicas de México, teniendo algunas variantes dependiendo la región o el estado del país.
Pero en general, las familias colocan ofrendas y altares decorados con flores de cempasúchil, papel picado, calaveritas de azúcar, pan de muerto, mole o algún platillo que le gustaba a sus familiares a quien va dedicada la ofrenda y, al igual que en tiempos prehispánicos, se coloca incienso para aromatizar el lugar.
Por otra parte, esta es una celebración llena de sincretismo, porque si bien es una práctica y creencia indígena ancestral, entorno a ésta también destaca la celebración de rituales religiosos católicos.
La celebración que se lleva a cabo el 1 y 2 de noviembre, conforme al calendario religioso, coincide con el final del ciclo agrícola del maíz, principal cultivo alimentario del país.
Mientras que en una práctica cada vez más generalizada, el 27 de octubre se coloca la ofrenda para las mascotas que han partido. Ese día, se tiene la creencia que las mascotas regresan a sus casas para acompañar a sus dueños una vez más.
No es Halloween
Jaqueline Morán aclara que la celebración del Día de Muertos en México no tiene nada que ver con el Halloween ni con ninguna celebración macabra el 31 de octubre. El Día de Muertos no es una fiesta de disfraces, es un día en el que se honra la memoria familiar.
La celebración del Día de Muertos ha sido también la causa y el origen de una enorme variedad de expresiones culturales que giran en torno a ella y que están sustentadas en la pluralidad étnica y cultural del país.
Abarca creaciones artísticas que artesanos, músicos, pintores y poetas mexicanos han generado en los últimos siglos, como por ejemplo la producción gráfica de José Guadalupe Posada y Diego Rivera, a quienes se debe la creación de la ahora mundialmente famosa Catrina, siempre imitada, pero jamás igualada.
Gastronomía
En cuanto a la gastronomía, esta fecha inspira a creaciones culinarias, empezando por el pan de muerto, que es un pan azucarado y que actualmente tiene infinidad de variaciones en el relleno y presentaciones, gracias a la creatividad de chefs y pasteleros mexicanos.
“No hay celebración del Día de Muertos en México si no se come en familia un pan de muertos y si no se comparte este delicioso pan azucarado con amigos y compañeros de clase y del trabajo”, subraya Jaqueline Morán.
Además, mexicanas y mexicanos, “sin dudas” alguna vez han recibido de regalo una “calaverita de azúcar” como símbolo de amistad y no como un presagio de maldad. O a quién no se le ha dedicado una “calaverita”, una rima chusca con nuestros supuestos defectos o cualidades.
Función social
Para Jaqueline Morán, este encuentro “familiar” cumple una función social fundamental, que permite honrar la memoria de los seres queridos.
“Entonces, ¿cómo no armar una gran fiesta llena de color, olor y sabor para darle la bienvenida a los seres que siguen formando parte de nuestras familias?, ¿cómo no demostrarles que seguimos recordándolos y que están en nuestros corazones?, ¿cómo no recibirlos con música y con los mejores platillos que podamos preparar?, y como siempre decimos, mientras los recordemos, siempre estarán vivos; y mi casa, es tu casa”, finalizó.