01 abr. 2025

Disponer de energía es lo más importante

La semana pasada, el embajador brasileño en el Paraguay, José Antonio Marcondes de Carvalho, dijo a los medios de prensa que esperaba que la revisión del nuevo Anexo C de Itaipú esté concluida para el 30 de mayo del corriente año.
Falta muy poco tiempo para esa fecha y hasta ahora el Gobierno de Peña ha manejado con muchísimo hermetismo, no solo la marcha de dichas negociaciones, sino incluso las reivindicaciones que nuestro país está defendiendo.

Sabiendo que el Anexo C es el que define los costos y la tarifa de la hidroeléctrica y conociendo la historia de Itaipú, podemos inferir que la gran discusión siempre girará en torno a la renta que el Paraguay desea obtener versus la reducción de costos que desean los brasileños.

Una negociación de este tipo es previsible, debido a la enorme asimetría entre ambos países. En el año 1973, cuando se firmó el Tratado, el Brasil tenía un PIB ochenta veces mayor que el del Paraguay, crecía a tasas del 10% anual y necesitaba cada vez más energía.

En la misma época, el Paraguay tenía una de las economías más pequeñas y pobres de América Latina, su consumo de energía era mínimo y sus necesidades energéticas eran cubiertas por la pequeña hidroeléctrica de Acaray.

El gobierno de Stroessner obtuvo renta al incluir el cobro de royalties y de compensaciones en el mismo Tratado; el gobierno de Nicanor obtuvo el “acuerdo operativo” que nos permitió comprar parte de la energía a menor precio; el gobierno de Lugo obtuvo la triplicación de las compensaciones y los gobiernos de Abdo y de Peña obtuvieron ingresos extraordinarios gracias a sostener una tarifa alta a pesar de la cancelación de la deuda.

La realidad paraguaya de hoy es muy diferente; si bien somos mucho más pequeños que el Brasil, nuestra economía creció 40 veces y consecuentemente nuestro consumo de energía ha aumentado exponencialmente.

Según estudios del Instituto de Profesionales Paraguayos del Sector Eléctrico (IPPSE), en el año 2029 el Paraguay consumiría el 100 por ciento de la máxima potencia disponible en todas las fuentes de generación que hoy tenemos (Itaipú, Yacyretá, Acaray).

El año 2029 es prácticamente mañana, cuando nuestro país dejará de disfrutar de una bonanza energética y pasará a un invierno energético, que obligará a la ANDE a realizar cortes periódicos, con un terrible impacto para las empresas y para las personas.

Es imposible que en tan solo 4 años nuestro país pueda desarrollar nuevas fuentes de generación de energía que suplan el déficit de potencia que se aproxima.

Por ese motivo creemos que las actuales conversaciones sobre el Anexo C no deben limitarse solamente al tema tarifario y deben incluirse otros temas como, por ejemplo, la posibilidad de una interconexión eléctrica que funcione como una carretera de dos vías, que nos permita vender energía al Brasil y comprar energía del Brasil.

Para que un convenio como ese sea viable sería necesario que en Itaipú se instale en el lado paraguayo un “conversor de frecuencia” como el que hoy existe en el lado brasileño, para convertir la energía brasileña de 60 Hz a la energía paraguaya de 50 Hz.

Un acuerdo diplomático como este debe darse fuera del marco de la negociación del Anexo C, aunque la instalación del “conversor de frecuencia” puede darse directamente en el ámbito administrativo de Itaipú.

Siempre repito que la Guerra de la Triple Alianza parecía que nos había condenado a la pobreza eterna; sin embargo, la construcción de Itaipú nos abrió la posibilidad de tener un futuro diferente.

En las negociaciones anteriores los gobiernos paraguayos siempre buscaron renta. Esperamos que el Gobierno de Peña también busque asegurarnos la provisión de energía que es la base indispensable para el desarrollo.

Y, el desarrollo, es el nuevo nombre de la paz, como decía el papa Pablo VI.

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