María Gloria Báez
Escritora
Doña Josefina vivió una existencia profundamente vinculada a la búsqueda de lo trascendente. En una entrevista con Ernesto Bullrich en 1981, publicada en este suplemento, declaraba que su fe en lo divino era esencial, afirmando que “creer en lo trascendente es esencial, y creo que es eso lo que le falta al hombre de hoy: el sentido de la trascendencia”. Estas palabras, cargadas de profundidad espiritual, nos revelan el alma de una mujer que entendió que el arte y la vida misma no pueden ser simples sucesos efímeros, sino actos de trascendencia. Su obra, tanto literaria como artística, no solo pretende ser un reflejo de la realidad, sino que busca trascenderla, ir más allá de lo inmediato, de lo efímero, en un esfuerzo por conectar al hombre con una dimensión más alta, más pura.
No es casualidad que su vida y su obra estén profundamente marcadas por el sentido de la identidad y la memoria histórica. Nacida en las islas Canarias, pero adoptada por Paraguay, doña Josefina nunca perdió su vínculo con su tierra natal, pero al mismo tiempo, abrazó con pasión y devoción la cultura paraguaya, haciendo suya una tierra que, como ella misma, se ha forjado a través de múltiples luchas y de una permanente reconstrucción. En su escritura, en sus cerámicas, en sus grabados, se fundieron la memoria de un pueblo con la creación de un futuro. Como miembro de la generación del 40, junto a otras figuras inmensas como Augusto Roa Bastos y Hérib Campos Cervera, Josefina Plá supo transformar la literatura paraguaya, de la misma forma que su arte visual rompió las fronteras de las formas académicas, abriendo nuevas rutas para las generaciones posteriores.
En 1924, doña Josefina conoció al artista paraguayo Julián de la Herrería (nacido Andrés Campos Cervera), en Villajoyosa, Alicante, con quien se casó dos años después. Juntos, comenzaron a tejer un lazo profundo con Paraguay. En 1926, llegaron al país, donde se establecieron inicialmente en el barrio Villa Aurelia y más tarde en el centro de Asunción. Fue en ese mismo año cuando presentó sus primeros escritos en la revista Juventud, una publicación representativa de la generación de escritores del posmodernismo paraguayo.
Desde entonces y hasta 1938, doña Josefina regresó dos veces a España, siempre acompañada de su esposo. Mientras tanto, colaboraba activamente con varios periódicos y revistas paraguayas, contribuyendo con poemas, artículos y otros textos literarios.
Sin embargo, la vida de doña Josefina no estuvo exenta de dolor. En 1937, aún muy joven, sufrió la pérdida de su amado esposo, Julián de la Herrería, quien falleció a los 49 años, en Valencia, España. Este golpe trágico marcó una etapa difícil en su vida, pero su fortaleza interior y su inquebrantable fe en lo trascendente le permitieron no solo superar la pérdida, sino redoblar su compromiso con el Paraguay, que ya había adoptado como su patria. La figura de Julián de la Herrería perduró en su memoria, y su legado se fundió con el de ella en una simbiosis de amor y trabajo por la cultura.
Es, sin embargo, su humildad ante el brillo fugaz de la fama lo que realmente marca la diferencia. En la mencionada entrevista, doña Josefina afirmaba con una sinceridad conmovedora: “Quiero ser famosa sin que nadie lo sepa”. Y es que, más allá del reconocimiento y la fama, lo que realmente importaba para ella era el legado, ese acervo cultural que trasciende las meras palabras o premios. La fama, en su sentido más superficial y efímero, es una ilusión que se disuelve con el tiempo. Y, sin embargo, el verdadero significado de la trascendencia está en el legado, en lo que permanece, en lo que se transmite de generación en generación. Como Pheme, la diosa del rumor y la fama, cuya presencia es fugaz pero cuyo impacto es eterno, doña Josefina logró la verdadera inmortalidad, no a través de la notoriedad ni del escándalo, sino mediante la riqueza y profundidad de su trabajo artístico e intelectual. A través de sus obras, Plá nos enseñó que la fama, en su más pura acepción, está vinculada a la virtud, a la dignidad y al servicio al prójimo. En este sentido, doña Josefina nunca buscó la aprobación popular ni la validación externa. Lo que le interesaba era trascender en el sentido más profundo, que su obra fuera un reflejo de las luchas sociales, políticas y culturales de su tiempo. Y lo logró. Su obra abarca un amplio campo de creación literaria, con decenas de títulos en poesía, narrativa y de teatro; guionista, investigadora sobre la historia social y cultural paraguaya, crítica, ensayo, periodismo. Si bien sus dones con la narración y el lenguaje han cimentado para siempre su lugar en la cultura paraguaya, y en el canon de la literatura en general, el notable legado de Plá se extiende como educadora, lingüista y locutora de radio, además de ser artista plástica creadora de obras de cerámica, esculturas y grabados verdaderamente innovadoras. De hecho, es tan conocida por su trabajo en las artes plásticas como por su literatura. Esta, así como sus pinturas, sus investigaciones sobre la historia social de Paraguay, se erigen como testimonio de un compromiso inquebrantable con la justicia, los derechos humanos y la igualdad. El arte, para ella, fue siempre un medio de transformación, una forma de contribuir a la construcción de una sociedad más justa, más equitativa, más humana.
Plá fue una creadora total, un ser que entendió que la vida no se conforma con los límites de lo inmediato, de lo visible. Su trabajo como escritora, guionista, educadora, lingüista, locutora de radio y artista plástica revela la profundidad de su concepción del arte como un medio para conectar los mundos de la realidad y la trascendencia. Como fundadora del Grupo Arte Nuevo en 1954, marcó un antes y un después en las artes visuales del Paraguay, incorporando innovaciones que no solo rompían con las formas académicas, sino que también ofrecían una nueva forma de ver el mundo, una forma que trascendía la mera observación superficial. A través de su cerámica, su grabado, su escritura, Josefina logró lo que muchos anhelan sin éxito: hacer de su vida un legado que perdura, que se extiende más allá de las fronteras del tiempo.
Al recordar a doña Josefina en este aniversario, celebramos la figura de una mujer cuyo amor por la belleza no solo fue un acto personal, sino un acto de amor por su país, por su gente, por su cultura. Cada palabra que escribió, cada imagen que creó, cada lección que impartió, fueron actos de trascendencia, de elevar a los demás a una mayor comprensión de sí mismos y del mundo que los rodea. En un mundo cada vez más acelerado y superficial, su vida y obra siguen siendo un recordatorio de lo que realmente importa: la búsqueda de la belleza y la verdad, la entrega al servicio de los demás, la humildad ante la grandeza del arte y la cultura. Hoy, 25 años después de su partida, acaecida un 11 de enero de 1999 en la ciudad de Asunción, el legado de Josefina Plá sigue vivo en cada rincón de Paraguay, en cada joven que descubre su obra, en cada artista que se inspira en su creatividad, en cada ser humano que se siente tocado por la belleza de sus palabras y su arte. Doña Josefina no solo creó; nos enseñó a todos a mirar más allá de lo inmediato, a buscar lo que se esconde detrás de la superficie, a trascender. En este 25º aniversario, es nuestro deber como sociedad continuar ese legado, honrarla no solo con palabras, sino con actos que sigan su ejemplo de valentía, de creatividad sin límites, y de un amor profundo y sincero por el arte, la cultura y la humanidad. Su nombre perdurará no como un eco en el vacío de la fama, sino como una llama que ilumina nuestro camino hacia la trascendencia. Al recordarla en este aniversario, nos confrontamos con la perennidad de su visión. Una visión que entendió que el arte no es un acto aislado, sino una acción profunda y revolucionaria, capaz de conectar el pasado con el presente, de tejer una trama de experiencias compartidas que nos ayudan a entender nuestro tiempo. Doña Josefina nos enseñó que, a través del arte, podemos no solo contar historias, sino también reescribirlas, cambiarlas y, en última instancia, crear un mundo mejor.