Los responsables del trabajo son científicos del Massachusetts General Hospital (MGH), vinculado a la Harvard Medical School, y el equipo de la investigadora de la Universidad española de Murcia Marta Garaulet.
En concreto, se encontraron 123 áreas del genoma humano relacionadas con el hábito de dormir la siesta.
Para la catedrática de Fisiología Marta Garaulet, gracias a la información obtenida “entendemos por qué hay personas que después de comer necesitan descansar, mientras otras, teniendo la misma oportunidad de dormir la siesta, no lo hacen, incluso aunque lo intenten no lo consiguen”.
Y es que dormir la siesta está determinado en parte por nuestros genes, añade esta científica, quien apunta que la genética también ayuda a comprender por qué para algunos la siesta es beneficiosa y para otros no lo es.
“Este estudio sugiere que en el futuro quizás se puedan establecer recomendaciones personalizadas sobre si dormir o no siesta; y sobre la frecuencia o la duración, en función de la genética del individuo”, resume Garaulet.
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La investigación se llevó a cabo analizando bases de datos genéticos y de estilo de vida, relacionados también con otros hábitos del sueño; principalmente se han identificado genes asociados con la duración del sueño, el insomnio y la tendencia a ser un gran madrugador, explica la Universidad española de Murcia en una nota.
El análisis permitió al equipo identificar al menos tres subtipos de personas que, por su genética, tienen más predisposición a dormir la siesta.
Propensión al sueño: hay personas que están predispuestas genéticamente a dormir la siesta porque necesitan más tiempo de descanso que otras.
Sueño ligero: quienes no consiguen un verdadero descanso durante la noche previa y necesitan la siesta para completar dicho descanso.
Y grandes madrugadores: personas con tendencia a despertarse muy temprano y que se valen de la siesta para recuperar las horas no dormidas.
Para llegar a sus conclusiones, los científicos realizaron un estudio genómico completo analizando el ADN de un gran número de personas: se usaron datos del UK Biobank, que incluye información genética de 452.633 personas.
Además, a los participantes se les preguntó si dormían la siesta durante el día ‘nunca/ocasionalmente’, “a veces” o “habitualmente"; el análisis identificó 123 regiones en el genoma humano asociadas a dormir siesta.
Además, un subgrupo de los participantes llevó monitores de actividad, llamados acelerómetros, que proporcionan datos sobre el tiempo que el individuo está en reposo a lo largo del día, lo que puede ser indicador de siesta.
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Un resultado interesante, según la universidad, fue que algunos de los subtipos genéticos de ‘dormidores de siesta’ presentaron factores de riesgo para su salud cardiometabólica, como es tener obesidad abdominal y presión arterial elevada, aunque los científicos apuntan que sería necesario hacer una investigación más amplia en estas asociaciones para poder sacar conclusiones definitivas.
Además, según Garaulet, estos resultados se obtuvieron de una población inglesa, con genética y cultura diferente a la nuestra, por lo que es importante replicar los resultados en España antes de llegar a conclusiones y recomendaciones sobre siesta en nuestro país.
“Dormir la siesta es algo controvertido”, señala Hassan Saeed Dashti, del MGH y coautor de la investigación. Mientras que en algunos países en los que las siestas han sido siempre parte de su cultura -como es el caso de España- se está perdiendo el hábito; en otros, como en Estados Unidos, hay compañías que lo están promoviendo como método para mejorar la productividad.
“Creímos que era importante intentar esclarecer los caminos biológicos que determinan por qué dormimos la siesta”, concluye