Por Jhojhanni Fiorini | @jhojhanni
José Gaspar Rodríguez de Francia fue supremo dictador del país durante 26 años (1814-1840). Fue un protagonista imperfecto de la historia de nuestro país. Desde el inicio de su mandato, ejerció el poder con mucha autoridad y sus medidas de gobierno sirvieron para consolidar la flamante nación, que era amenazada por los países vecinos.
Para hablar sobre este prócer de la Patria en la fecha que se cumplen 250 años de su natalicio, consultamos a la licenciada en Historia y especialista en Educación Superior, Noelia Quintana Villasboa, quien investigó profundamente al Supremo y trata de incluir la cuestión de la influencia doctrinaria que habría pesado en su pensamiento para la formulación de su política de gobierno.
Uno de los padres de nuestra independencia fue hijo de un capitán de artillería de origen brasileño y de una aristócrata asuncena. Nació en Asunción el 6 de enero de 1766. Estudió en el Colegio de Nuestra Señora de Montserrat, en Córdoba (Argentina), donde se graduó de bachiller, licenciado y maestro de Filosofía, Cánones y Sagrada Teología. De vuelta a Asunción (1785), dictó cátedras en el Real Colegio y Seminario de San Carlos, pero en el año 1792 abandonó la docencia para dedicarse a la abogacía.
El doctor Francia valoraba el modelo democrático del filósofo franco-helvético Jean-Jacques Rousseau, así como el del estadista estadounidense Benjamin Franklin, pero ¿fueron estas sus únicas influencias?
Sobre este punto, Quintana cita a Juan Bautista Alberdi, quien en su obra Grandes y pequeños hombres del Plata, afirma que “la doctrina o principio que el Paraguay invocó para hacerse independiente de Buenos Aires, fue la misma que invocó Buenos Aires para desconocer la autoridad española y asumir la propia popular, a ejemplo de la metrópoli y según las leyes, en tanto que se decidía la suerte de España en lucha con Francia”.
Según la historiadora, no parece que Alberdi hubiera acertado en esta ocasión, hubo otras influencias en el doctor Francia que es necesario explicar. Otro factor de influencia del Gobierno francista fue el fenecido modelo español que permanecía en ciertos aspectos, mejorado y humanizado.
La adopción o adaptación del corpus jurídico ibérico, al que se sumaban la tradición y costumbres, cooperó y formó parte de la institucionalidad de la dictadura. Tal es el caso del Cabildo, institución originalmente española que existió en Asunción y otras ciudades. Pero en el Paraguay fue un Cabildo que se ocupaba de cuestiones menores, burocráticas quizás, hasta que en diciembre de 1824 el Dictador dispuso la supresión definitiva.
El argumento central de la clausura fue expresamente mencionado por el Dictador: “Se suprime el Cabildo respecto a que no siendo institución popular, sino solamente un establecimiento arbitrario del régimen español ya extinguido...” es decir, que no era objeto de elección popular y por tal no gozaba de legítima representación.
No obstante, la historiadora comenta que “existen, además del ejemplo mencionado, diversos casos de política pública de aparente contradicción, pero que obedecen a una lógica que va más allá de la simple improvisación, mal talante o del soplo del viento Norte que exasperaba su carácter solitario”.
Es probable que cada medida obedeciera, sostiene Quintana, a la aplicación de una teoría a la que se aferró en muchos actos de su vida pública, religiosa y privada: la pertenencia a un movimiento filosófico extendido de la época, la Ilustración. “El Dr. Francia tuvo el perfil de todo hombre que pertenecía a la Ilustración y esa percepción de su personalidad está demostrada en una ocasión que conversaba con Juan Parish Robertson, comerciante y escritor británico de destacada participación en los sucesos del Río de la Plata, cuando le manifestó su admiración por el conde Volney”, expresa.
El Dr. Francia tenía en su biblioteca la obra: Las ruinas de Palmira, del conde de Volney. “Como se sabe, el conde de Volney respiraba la Ilustración por todos sus poros”, afirma Quintana.
La Ilustración y el Supremo
Quintana manifiesta que la adopción de la filosofía de la Ilustración consistía en incorporar como guía principal de vida el principio de la razón, para todos los actos de la experiencia diaria y la gestión pública, incluyendo la cuestión religiosa. El lema de esta filosofía fue: “Ten el valor de servirte de tu propia razón” (Kant); en otras palabras, seguir a la conciencia. Era propio de la actitud ilustrada asumir la crítica a toda creencia o conocimiento de la tradición. En ese sentido, seguir la costumbre heredada significaba una actitud obsoleta.
La historiadora sostiene que el dictador Francia fue un genuino representante de la Ilustración y sus actos exhiben una permanente innovación en la cultura. Su acrisolada actitud de funcionario honesto difería de los desmanes y aprovechamiento patrimonial que tuvieron los funcionarios del régimen español. Su inclusión en el calendario positivista de Augusto Comte, al igual que Bolívar, demuestra que su filosofía protopositivista no había pasado desapercibida para el más importante movimiento intelectual de occidente del Siglo XIX.
Si bien ambos, Bolívar y Francia, fueron los únicos latinoamericanos incluidos en el famoso calendario, Francia fue superior a Bolívar, asegura Quintana. La razón sería que el tiempo que estuvo Francia como cabeza de Estado le otorgó la oportunidad de no haber sido únicamente el “revolucionario” en armas, sino un revolucionario radical, un estadista apropiado para cambiar las estructuras mismas de la sociedad heredada.
El prolongado tiempo que gobernó Francia hizo que fuera superior en obras y acciones a la efímera dictadura de Bolívar, de apenas dos años. Además, el Dictador Francia fue un genuino republicano, mientras que Bolívar aconsejaba la presidencia vitalicia en Bolivia, siguiendo el ejemplo de Haití, medida que constituía la negación del principio republicano y democrático.
Francia y el Iluminismo
Es probable que toda la diversidad de situaciones internas o de índole externa que se planteaba a la naciente república fueran demostrando al gobernante doctor Francia la necesidad de aferrarse a una teoría que le permitiera reflexionar bajo un orden filosófico que incardinara soluciones justas y razonables a cada caso concreto. En ese tiempo, el gobernante no contaba con un ejército de técnicos, asesores o consejeros que pudieran colaborar con la labor de Gobierno. Una soledad asistencial reinaba en la vida nacional. Es impensable que el Dictador no tuviera una doctrina madre que dirigiera los actos de su vida como hombre público y hasta en su vida privada, y esa fue el Iluminismo.
Para el doctor Francia, ese modelo guía fueron las ideas de la Ilustración que aparecen reflejadas en los hechos y actos protagonizados como solución a los diversos problemas que tuvo que enfrentar la nueva República. La Ilustración es capaz de llevar a la misma razón hasta el Tribunal de la Razón, es decir, que no existen campos privilegiados o zonas intocables en los que la razón crítica o la afanosa búsqueda de la verdad deban ser excluidas.
Es por eso que, dejando el pensamiento iluminista de lado, muchas medidas del Dictador pueden parecer excesivamente rigurosas, tales como el arrasamiento del campamento de Bonpland, la prohibición del casamiento de españoles con mujeres indias, el alto impuesto creado para los ricos comerciantes españoles, la prohibición de sacar oro y plata del país o la misma ejecución de sus compañeros próceres con el cargo de conspiración, etc. Estas acciones respondían a soluciones lógicas y razonables de la intransigente defensa de la seguridad personal y de la propia naciente República del acoso a su soberanía y sus límites.
La médula del pensamiento ilustrado
Para un gobernante ilustrado como lo fue el Dictador Francia, su primera función o deber moral fue cumplir el código iluminista. Quintana comenta que fueron tres los libros que el dictador tenía en su despacho: obras de Rousseau, Voltaire y Volney. Sobre este último dijo: “Este es el que más impresiona” (cita extraída de Cartas del Paraguay).
Este pasaje de la vida de Francia, increíblemente, nunca es citado y desarrollado por los biógrafos. La historiadora atribuye esto al desconocimiento del pensamiento del conde de Volney y de sus obras -Las Ruinas de Palmira o Meditaciones sobre las Revoluciones de los Imperios y La Ley Natural o Principios físicos de la moral- que tuvieron poca circulación en nuestro medio cultural, como ocurrió con muchas otras del pensamiento universal en razón de nuestra precariedad de comunicación con el exterior europeo.
Las obras consultadas por los historiadores son aquellas editadas en el medio porteño que, a su vez, demoraban en la traducción de textos en idiomas extranjeros. Esta obra del conde de Volney fue traducida recién en 1946 en Buenos Aires, con una limitada edición que, aparentemente, no llegó al Paraguay, no figurando en citas ni catálogos de las pocas nutridas bibliotecas, explica Quintana.
El aspecto religioso de Francia
Sobre el pensamiento religioso del Supremo, la historiadora señala que, en general, los miembros del movimiento filosófico de la Ilustración afirman que la divinidad y el culto se rinden directamente en la práctica y observancia de la suprema sabiduría, cuyas reglas deben permanecer inalterables para conservar la armonía del universo. “Se ha dicho que el deísmo es hijo de la Ilustración. El deísmo proclama la comunicación directa por vía de la razón entre Dios y el hombre, sin la necesaria intermediación del sacerdocio”, sostiene.
El Dictador apoyó a la Iglesia católica y a los sacerdotes en general, aunque reservó para sí la designación de los cargos en la jerarquía eclesiástica, rechazando la hegemonía externa con relación a las órdenes religiosas, una suerte de nacionalismo eclesiástico. El caso del Obispo Panés (español) es un producto de la teoría francista.
La teoría educativa
En cuanto a educación, hay claros testimonios de que mantuvo la educación primaria, técnica y artística. El intelectual alemán Heinz Peters, en su obra El sistema educativo paraguayo desde 1811 hasta 1865 (1996), aporta una profusa documentación en la que demuestra que el modelo del Doctor Francia fue claramente de orientación nacionalista, que se cuidaba en involucrarse en condiciones que “eventualmente podrían acarrear graves consecuencias y primeramente interesado en una reducción de los agobiantes impuestos internos y las contribuciones que debían desembolsarse a favor de la Iglesia y el Estado”.
“Lo dice con toda claridad”, comenta Quintana, al tiempo de manifestar que el Dr. Francia se orientó hacia una concepción moderadamente materialista del Estado como resultado de un contrato social y se remitió en los contenidos a las ideas defendidas por Rousseau y Volney.
El Dictador estableció en la práctica la educación primaria “obligatoria” antes que se aplicara en los países europeos. El salario del maestro en metálico y en especie (carne los fines de semana) y la creación de la semana laboral de lunes a viernes son influencias directas de la “Ley Natural”, tal como lo concebía Volney. Según el famoso conde, Dios entrega al hombre la ley natural de la auto conservación, siendo la socialización y la creación de los Estados medidas que el hombre toma para su mejor auto conservación.