Por Rodrigo Houdín
Producción periodística: Magdalena Britos
Edición: Ivonne Velázquez
El médico clínico Virgilio González Chaparro fue protagonista de la masacre de Curuguaty. Formó parte de la comitiva que el 15 de junio del 2012 llegó hasta Marina Cué para realizar un desalojo que culminó en una matanza.
A cinco años de aquel fatídico día, recuerda los pormenores de un hecho que, según él mismo afirma, nunca podrá borrar de su mente. Sin embargo, su participación en el operativo fue clave para salvar vidas.
El enfrentamiento entre policías y campesinos se llevó la vida de 17 personas en Canindeyú, once campesinos y seis policías. Lo que se perfilaba como un acompañamiento casual para asistir a compatriotas, culminó en uno de los hechos más sangrientos en época de paz de la historia del Paraguay.
González Chaparro fue el personal de blanco que cubrió el traslado del primer herido en llegar hasta el Hospital Distrital de Curuguaty y quien alertó a todo el personal médico sobre lo que se venía.
La matanza, de la que fue protagonista de manera casual, dejó huellas imborrables en su vida.
–¿Qué recuerdos te trae aquel 15 de junio del 2012?
–Recuerdo que yo prestaba servicios en el Centro de Salud de Yvy Pytã, y me asignaron para acompañar un desalojo. Llegamos con elementos básicos para asistir en casos leves. Era uno de los dos médicos que estaban en el lugar. No se previó nada. Todo apuntaba a que sería pacífico. Empezaron los disparos y los policías gritaban para que entren los médicos. Yo sabía que era el único que estaba. Un comisario pidió que me cubran e hicieron una especie de ventana para que yo ingrese. Era priorizar a los más graves.
–¿Qué pensaste en ese momento?
–Lo que me vino a la cabeza es que las personas que estaban preparadas para ese tipo hechos eran las que estaban tiradas en el suelo y pidiendo ayuda. Fueron segundos que duraron mucho tiempo. Yo sabía que esa gente no tenía a nadie más que nosotros para auxiliarles. Para todos los que estábamos ahí vivimos una experiencia única. En ese momento, por la adrenalina uno no piensa mucho. Ninguno estaba preparado para lo que sucedió. No imaginamos que íbamos a estar en esa circunstancia. Hice muchas cosas que tal vez hoy pensaría dos veces antes de hacerlas.
–¿Por qué auxiliaron primero a los policías y no a campesinos?
–Nosotros auxiliamos a las personas que estaban cerca, incluso para atender a los policías heridos fue complicado, porque no era seguro. Ni los mismos policías querían adentrarse más, porque era inseguro. Yo era el único médico y con la enfermera hicimos todo lo que humanamente estaba a nuestro alcance. Yo entré en medio de una cortina de balas, incluso el helicóptero hizo disparos intimidatorios para que pueda auxiliar a los heridos.
Nos encontrábamos dos médicos, la doctora Celia López, ninguno dimensionó a qué situación nos estábamos arriesgando. Cuando los disparos empezaron, nosotros estuvimos en el campo de tiro. Los heridos que estaban cerca eran policías, había una balacera tremenda.
–¿Qué recuerdos tenés tras cinco años?
–Las palabras del primer herido en ser trasladado. Él me decía que no quería morir, me pedía que le salve la vida, que él tenía familia. Después, probablemente por el shock, él me empezó a pedir que llame a sus familiares. Ese viaje pareció el más largo de mi vida. Cuando llegué al Hospital de Curuguaty con el primer herido, el personal no entendía qué pasaba. Yo les asusté y les dije que se venían muchos heridos. Ese día hasta las limpiadoras hicieron de enfermeras. El hospital no estaba preparado para este tipo de hechos, aunque creo que nadie se imagina que de golpe te lleguen decenas de heridos.
–¿Cambió algo en tu vida tras la masacre?
–Cambió bastante. Yo sentí muy de cerca a la muerte. Yo era uno de los muertos, según decían en las radios locales. Primero me nombraron como herido y luego en la lista de fallecidos. No pude hablar con mi familia hasta horas después e imagino la desesperación que tuvieron. Llovían las llamadas y un familiar, que fue al hospital, me vio vivo. En ese momento yo no sabía que se dijo que ellos me creían muerto. Ese hecho marcó mi vida totalmente. Muchas situaciones no prevemos en el campo de salud, mismo desde el Ministerio de Salud. En lo profesional te hace dimensionar que estás preparado, pero no tenes insumos.
Después de la masacre, a mí me tocó asistir a los familiares y heridos. Varios meses después seguía realizando curaciones. Yo participé del velorio, ya que eran gente de la comunidad de Yvy Pytâ; ahí hubo siete muertos. Algunas familias perdieron a dos o tres miembros. Durante meses los acompañamos para tratar de superar esa situación. Fue un golpe muy fuerte para las familias, no solo en lo económico. Muchas cosas marcaron mi vida en ese día, tanto en lo profesional como en lo humano.
Virgilio González Chaparro, continúa prestando servicios hasta hoy día en el Hospital Distrital de Curuguaty.