17 feb. 2025

Eduardo Galeano desea ver su obra traducida al guaraní

Usted ha reconocido una influencia inconsciente del Canto general, de Neruda, en Memoria del fuego. El Che Guevara compartía la poesía de Neruda con las guerrillas cubana y boliviana. ¿Qué reciprocidad ha leído entre Literatura y Revolución?

- El Canto general fue la obra más ambiciosa de Neruda, la más abarcadora; y cuando me han comparado Memoria del fuego con el Canto general, a mí se me ha hinchado el pecho de orgullo, porque es un libro que yo admiro mucho. Curiosamente creo lo que la mayoría de los lectores sienten, que no es en los temas políticos o llamados “políticos” donde Neruda mostraba su mejor vena poética, no sólo porque algunos de los poemas más políticos después resultaron desautorizados por la Historia, como aquella “Oda a Stalin”, sino también porque se sentía más obligado a decir, que el llamado a decir; en la mayoría de los casos de los poemas políticos, uno no siente arder esa llama que espontáneamente le brotaba en el pecho cuando Neruda escribía de otros temas.

- En España, al presentar Bocas del tiempo (2004) y durante una entrevista con La Jornada a propósito de Espejos (2008), dijo: “Me pidieron que eligiera a los escritores más importantes en mi formación literaria. Yo contesté: Juan Rulfo, Juan Rulfo y Juan Rulfo”. Al poeta Marco Antonio Campos le dijo: “Rulfo me enseñó que se escribe con el lápiz, pero ante todo debe cortarse con el hacha”. Casi puedo citar dos versos del relato sobre Rulfo en Memoria del fuego: “Hizo el amor de hondísima manera y después se quedó dormido”. ¿Reconsideraría reescribir un ensayo sobre Rulfo sumando las declaraciones que usted ha hecho a la prensa?

- No, porque justamente es lo que me enseñó - fue mi amigo- , le debo mucho, esa lección de silencio que nos dio a todos; él nos enseñó a valorar el silencio, a saber que las palabras están de antemano condenadas porque compiten con el silencio, que es el más hondo de los lenguajes y uno sabe que va a perder. Aplica aquello que Onetti - otro gran maestro- me enseñó: “Nunca dejes en el papel escritas palabras que no te parezcan mejores que el silencio, palabras que no te parezcan mejores que el silencio sacalas, suprimilas”. Claro, a mí se me va la mano - a veces- , porque saco todo, me quedan dos o tres palabras sin publicar. Ésa fue una lección que aprendí de Rulfo y que no olvidé nunca - Onetti después la complementó- , ese valor inmenso del silencio y el desafío que implica; entonces hay que saber callarse, los escritores tenemos que saber callarnos, cuando creo que he dicho una cosa de una manera redondita y que está bien y expresa lo que quiero, como lo que dije de Rulfo: “Había escrito poco en cantidad, pero lo había escrito de tal modo, con tanta intensidad y con tan alta perfección, que eso era como alguien que hace el amor de hondísima manera y después se queda dormido”.

- En la página web de Siglo XXI leí el censo de las traducciones de sus libros al inglés, holandés, alemán, checo, japonés, noruego, griego, italiano, portugués, sueco, ruso, rumano, hebreo, chino, coreano y Braille. ¿Le han propuesto traducir algún libro o relato a cualquiera de nuestras lenguas indígenas?

- No, creo que no.

- ¿A cuál de nuestras lenguas indígenas le gustaría ser traducido?

- La guaraní es la que más me gusta.

- ¿Por la cercanía?

- Por la cercanía, el Uruguay tuvo una influencia guaraní enorme, a pesar de que oficialmente no se reconoce; además, por la belleza del idioma: es una lengua muy hermosa, musical y poética. Justamente ahora que hablábamos de los mosquitos, los guaraníes llaman a los mosquitos “uñas del diablo” (risas). Es un rarísimo caso en que una lengua de los vencidos se convierte en lengua de los vencedores; el guaraní porfiadamente sobrevive, a tal punto que llega a ser punto de los vencedores. En el Paraguay, a la hora de la verdad - que es la hora del humor y del amor- , los paraguayos hablan guaraní, no español. Ahora el guaraní tiene categoría de lengua oficial - estuvo prohibido- . Los paraguayos hablan castellano, y en un país todavía racista les cuesta bastante reconocer que esa tradición indígena indudable se manifiesta todos los días por la boca, a la hora de hablar y decir las cosas que verdaderamente importan. En la selva del Alto Paraná me dieron ganas de llorar, durante una de mis travesías por ahí. Andaba con un camionero muy nervioso, pues decía que el espacio que atravesaríamos estaba lleno de indios y que nos iban a matar: “Vamos a pasar lo más rápido que podamos. En Asunción están terminando de hacer un zoológico para encerrar a los indios”. “Ah - le respondí- , no me diga! ¿Así que los van a encerrar ahí?”. Kilómetros más adelante subieron dos amigos del camionero, blancoides como él. Me saludaron, estuvieron hablando conmigo en castellano, yo no les decía nada, y después se pusieron a hablar entre ellos - los tres- , y por supuesto hablaban en guaraní; hablaban la lengua de “esos” indios a los que querían enviar al zoológico, sin darse cuenta de que la lengua es mucho más que la lengua: cuando uno habla y usa palabras de una lengua indígena, está expresando toda una cultura y toda una memoria histórica larguísima; cada lengua es un tesoro de la humanidad, y por eso deberíamos llorar cuando muere una lengua, y se mueren a un ritmo de más de un día.

- Dos últimas preguntas. Llama la atención que en El fútbol a sol y sombra (1995) haga un remate en cada Mundial FIFA de 1962 a 1998 con la cita: “Fuentes bien informadas de Miami anunciaban la inminente caída de Fidel Castro"; en 2006 adhirió al manifiesto: “La soberanía de Cuba debe ser respetada”. ¿Qué reflexiones tenés de la nueva realidad cubana?

- Es verdad, el libro presenta cada Copa del Mundo como un noticiario, daba cuenta de lo que ocurría para que el lector situara el contexto y se diera una idea de que los partidos de fútbol no se disputaban en los campos de Júpiter o Marte, sino en la Tierra. Entonces está agregada esa frase que citás en cada uno de los textos, porque siempre me resultaba muy revelador que ocurriera eso: que en Miami anunciaban que la caída de Fidel era cosa de minutos y él seguía tan campante. En 2006, con la renuncia de Fidel, yo firmé ese manifiesto en defensa de la autodeterminación de Cuba. Parecía que el sueño de Bush y otros 10 presidentes norteamericanos era poder ir a desayunar a La Habana sin cuchillo ni tenedor, ponerse la servilleta al cuello. Había que defender a Cuba, Cuba es muy defendible, por todo lo que la Revolución hizo, todo lo que la Revolución encarnó y encarna todavía como símbolo de dignidad en América Latina. No ha habido ningún país más solidario que Cuba - en proporción a su población, a su fuerza y riqueza- , nadie ha sido más generoso que Cuba. Esos valores deben ser defendidos y sostenidos. Al mismo tiempo, sigo aplicando el consejo de Rosa Luxemburgo cuando decía: “El acto más revolucionario es decir lo que uno piensa”. Entonces yo no me callo mis discrepancias con Cuba pensando que estoy haciéndole “un servicio al imperialismo”, como algunos creen, cada que alguien critica lo que hace un Gobierno que uno admira y quiere, como si la política fuera religión, como si la adhesión política implicara fanatismo religioso.

- Finalmente, ahora que menciona “el fanatismo": ¿Solía hablar de fútbol con los colegas escritores e hinchas Osvaldo Soriano y Roberto Fontanarrosa?

- Sí, hinchas y todos compañeros, el Negro Fontanarrosa fue un gran amigo, el Gordo Soriano ni qué hablar. Hay muertos que te dejan un agujero en el pecho y no hay cómo llenarlo. Siempre hablábamos de fútbol y también de literatura; pero el tema fundamental era el fútbol. "¿Viste?” - me decía el Gordo- . "¿Cómo no viste el partido, el último, de San Lorenzo? Ese juez hijo de puta, vendido, nos robó tres goles”. Ellos dos compartían conmigo la pasión por el fútbol y la literatura. Los tres creíamos que valía la pena escribir “para convertir a los paganos” - decía yo- . Les gustaba tanto esa frase. “Sí, sí, la conversión de los paganos. Logremos que la gente futbolera les perdiera el miedo a los libros, y procuremos lograr que los lectores y los amigos de las letras le perdieran el asco a la pelota”, porque hay prejuicios que tienen mucho tiempo, más de un siglo. Antes de que los británicos organizaran el deporte como ahora lo conocemos, en una de las obras de Shakespeare está mencionado. No estoy seguro si es en King Lear, donde uno de los personajes dice: “Me estás tratando como una pelota de fútbol”. Para los intelectuales de derecha - como Borges- el fútbol era la prueba de que el pueblo piensa con los pies; y muchos intelectuales de izquierda - lamentablemente- siguen creyendo que el fútbol tiene la culpa de que el pueblo no piense; le echan la culpa al fútbol como algunos culpan a la religión - “el opio de los pueblos"- , interpretando mal una frase de Marx. Él no quería decir lo que dicen que dijo. El fútbol es una pasión universal, es una danza con pelota - cuando está bien jugado- , y además es una señal de identidad colectiva; por lo tanto, cumple una función cultural. Nos guste o no nos guste, el fútbol es muy importante en la cultura de una nación, salvo en Estados Unidos, donde existe sólo para las mujeres; el fútbol femenino es muy bueno. El resto, como dicen mis amigos norteamericanos: “Aquí el fútbol es y seguirá siendo el deporte del futuro”.

(*) Extractos de la entrevista publicada en el diario El Clarín, de Chile, y cedida al Correo Semanal por sus editores.

Así lo afirmó la semana pasada, en entrevista concedida a un diario chileno en Veracruz, México. Aquí ofrecemos una parte de la nota.

Entrevista

Mario Casasús (*)

Periodista