Según los arqueólogos, hace entre 300.000 y 200.000 años, aparecieron los primeros seres humanos, Homo sapiens sapiens, aunque los cambios en el cerebro de los prehomínidos empezaron hace 6 millones de años.
Cuando en el cerebro de los prehomínidos se desarrolló la corteza cerebral y los lóbulos prefrontales, donde se procesa el pensamiento, junto con el hemisferio izquierdo, entonces se manifestaron como humanos. Es decir, el pensamiento y el habla son esenciales y el punto de partida para la existencia y el desarrollo humano y, por tanto, enseñar a hablar, leer, escribir y redactar, a dominar la lengua y enseñar a pensar, deben ser el objetivo, la tarea y responsabilidad prioritarias de todos los procesos educativos.
Es oportuno ponderar que las palabras son la herramienta principal del pensamiento humano y quien conoce pocas palabras, poco puede pensar. Si a los 15 años de edad no se tiene lectura comprensiva (como nos ha dicho PISA, nuestros adolescentes no comprenden lo que leen) es porque conocen pocas palabras, lo que quiere decir, que no pueden pensar sobre lo que necesitan y deben pensar.
Gracias a la capacidad de pensar, la humanidad ha progresado y hoy podemos viajar a la Luna y a Marte y hasta podemos llevar en el bolso o bolsillo un teléfono y con él un telégrafo, una máquina de escribir, cámara fotográfica, filmadora, biblioteca con millones de libros y documentos con bibliotecario incluido, un telescopio para ver el Everest y Miami o Alaska, etc. y un multiplicador de mi presencia simultánea en Tokio y California. Es más, gracias al pensamiento humano hoy tenemos máquinas IA que saben pensar.
Por el contrario, sin capacidad de pensar el ser humano no es persona, no tiene autonomía, no es libre, es manipulable y necesariamente dependiente, carece radicalmente de personalidad.
El sujeto humano que no sabe pensar, que no desarrolla su potencial de pensamiento con lenguaje verbal, queda reducido y rebajado casi a nivel de mamífero domesticado.
Todo esto quiere decir que cualquier educación presunta, que no capacita en el dominio del lenguaje verbal y no enseña a pensar ni ayuda a desarrollar la capacidad de pensamiento es una educación construida sobre arena: Los educandos quedarán derrumbados en la primera confrontación.
Si la educación familiar y la educación formal, desde el nivel inicial, no enseñan a pensar, la llamada “educación” queda a nivel de domesticación y condena a los ciudadanos y a la nación al subdesarrollo perpetuo y a la permanente dependencia.
El aprendizaje para saber pensar no es solo tarea y responsabilidad de la educación escolar, es una exigencia para toda la vida, porque constantemente aparecen nuevos desafíos y surgen también nuevos modos de pensar, para poder encarar y resolver problemas y situaciones cada vez más complejos.
Increíblemente, cuando cada día es más evidente la necesidad y trascendencia de saber pensar, los movimientos internacionales que pretenden dominar y reducir a la humanidad, promueven la difusión del “pensamiento débil”, y el relativismo radical, como han denunciado inteligentemente Gianni Vattimo, Sigmund Bauman con su denuncia del “amor líquido” y Gilles Lipovestky sobre “el imperio de lo efímero”.
En un contexto de promoción del relativismo absoluto y menosprecio de la razón y la verdad, es apremiante saber pensar y consolidar la libertad y la personalidad de cada uno.