Me refiero al sistema educativo nacional vigente, es decir, al sistema que está funcionando, que de hecho es diferente al sistema educativo nacional, definido en la Constitución Nacional y las leyes. La diferencia está en que el sistema educativo vigente ignora y no responde a varios artículos de la Constitución y las leyes, que contienen disposiciones fundamentales para la educación integral y de calidad.
El sistema educativo nacional de la Constitución Nacional y las leyes Sí responde y satisface suficientemente a los principios y objetivos de la educación cristiana.
Con algunos ejemplos voy a confirmar lo que estoy diciendo.
El artículo 74 de la Constitución y su correspondiente en la Ley General de Educación (LGE), disponen que “se garantiza la educación religiosa”. Y la realidad es que, siendo presidente Horacio Cartes y su ministra de Educación Marta Lafuente se eliminó definitivamente la educación religiosa del sistema oficial y las escuelas y colegios nacionales. Algunas instituciones educativas privadas o institucionales, amparándose en el derecho (también constitucional) a la libertad de enseñanza y al derecho natural e internacional a la libertad religiosa, ofrecen a sus alumnos la educación religiosa.
La Constitución en el artículo 73 y en el 113 dispone la educación para la cooperación; sin embargo, ni en los currículos, ni en planes y programas existe tal principio y objetivo. Es más, un grupo de profesionales cristianos evangélicos, dos veces han presentado al MEC sendos proyectos para incluir en el currículo oficial de Educación Media; y la respuesta ha sido el vacío. Esto es grave teniendo en cuenta que la “cooperación” es un valor esencial en la vida humana, tan necesaria que sin cooperación no es posible ni la subsistencia humana porque ningún ser humano es autónomo.
Sin cooperación no existe el matrimonio, menos aún la familia; no existe la sociedad, ni las ciudades ni las empresas ni los partidos políticos ni los Estados ni los gobiernos, ni la cultura, ni las ciencias ni la educación, ni las profesiones, etc.
Para los cristianos la cooperación es connatural con el amor, el “único mandamiento de Cristo”: que amemos como él (Jn 15, 9-22).
Tampoco nuestro sistema vigente tiene incluida en los currículos, planes y programas explícita y programáticamente la educación y desarrollo de la dimensión espiritual, parte esencial constituyente de todo ser humano, dimensión que nos diferencia de los demás mamíferos.
La dimensión espiritual está incluida naturalmente en la educación integral, obligatoria por disposición del artículo 73 de la Constitución y sus correspondientes en la Ley General de Educación.
Es obvio que la dimensión espiritual, con la espiritualidad natural y la espiritualidad religiosa, es potencial humano esencial y fundamental para todos y especialmente para los cristianos y todos los creyentes. Increíblemente nuestro sistema educativo vigente la ignora.
De modo semejante podemos citar la eliminación injustificable de las comunidades educativas institucionalizadas, tal como las define el artículo 11 de la LGE, con las atribuciones que le adjudican los artículos 7, 11, 12, 19, 20, 22 de la LGE y el 76 de la Constitución.
Para los cristianos, compartir y construir comunidad es compromiso substancial del evangelio.
Ante este panorama ¿qué debemos hacer los cristianos?