Dada la trascendencia de la sociabilidad humana, la responsabilidad de la educación social es suprema.
Honestamente hay que reconocer que la sociedad global de Paraguay, en este siglo XXI, ha entrado en un proceso de deterioro social, ético y moral progresivo y acelerado realmente grave y peligroso.
Hay demasiadas evidencias elocuentes que sustentan esta dolorosa preocupación.
El narcotráfico se ha infiltrado en los tres poderes del Estado y destruye la personalidad y el cerebro de jóvenes, adolescentes y niños. El crimen organizado y la delincuencia han robado la seguridad de los ciudadanos. Crece el desempleo. Se han multiplicado las violaciones de menores, los abusos sexuales y los asesinatos a mujeres. La Agenda 2030 y la ideología de género actúan libremente y promueven el aborto y la eutanasia, llaman matrimonio al emparejamiento homosexual y desintegran a la familia, fundamento de la sociedad.
La brecha entre pobres y ricos se ensancha y profundiza, hoy más que nunca, porque ambas son acumulativas.
Evidentemente el estado actual de nuestra sociedad a nivel nacional necesita urgente y eficaz transformación, porque su deterioro es progresivo y amenazante. Y, por supuesto, para afrontar este complejo y difícil desafío, hay que empezar por identificar las causas que vienen provocando esta grave crisis de nuestra nación y nuestro Estado.
Sin dudarlo, entre las causas hay que poner en primer lugar la baja calidad de la educación y su consecuente subdesarrollo social. Pongo como muestra un botón: Aunque los artículos 73 y 113 de la Constitución Nacional disponen explícitamente la educación para la cooperación, dicho objetivo está expresamente omitido en los currículos escolares, incluso a pesar de reiteradas reclamaciones explícitas de profesionales de instituciones educativas de cristianos evangélicos. Sin cooperación no hay ni matrimonio, ni familia, ni empresa, ni ciudad ni sociedad ni cultura, ni ciencia, ni política, ni Estado, ni gobierno, ni siquiera subsistencia, porque el ser humano no es autónomo.
La educación social en Paraguay es especialmente compleja, porque nuestro país y nuestra nación integran diversas culturas, tan diversas como sus etnias indígenas, los ciudadanos urbanos y suburbanos, rurales, campesinos e inmigrantes de múltiples países de los cinco continentes. Paraguay, sin darse cuenta, se ha convertido en un polícromo mosaico de razas y culturas.
Entre las causas que inciden en nuestra crisis social no podemos ignorar el pluralismo cultural y la presión de diversas ideologías de ambición global e imperialista que se infiltran por las tecnologías de la información y la comunicación, en la conciencia de los paraguayos de todas las edades.
La responsabilidad de la educación para el desarrollo de la sociabilidad personal y la realización de una sociedad justa, fraterna y solidaria no incumbe solamente a la educación formal académica en todos sus niveles, recae sobre toda la sociedad, como dice el artículo 75 de la Constitución, “y en particular, en la familia, el municipio y el Estado”.
¿Quién le pone el cascabel al gato?