La educación es la raíz nutriente y permanente del futuro. Sin raíz no hay tronco, ni ramas ni flores ni frutos. Sin educación, no hay desarrollo humano y, consecuentemente, el ser humano queda reducido a poco más que a mamífero conducido por instintos.
La relación entre la educación y el futuro es recíproca, porque el futuro condiciona a la educación, ya que obviamente educamos a los niños, adolescentes y jóvenes para el futuro (su futuro) que les espera.
En la actualidad, los tiempos pasan tan acelerados, que los futuros rápidamente se nos hacen presentes. Por eso, la educación permanente es absolutamente necesaria, si no te actualizas constantemente, te quedas en la cuneta de la historia.
Todos los sistemas educativos que continúan con diseños curriculares y procesos educativos del siglo pasado no educan, ni siquiera capacitan para el presente, mucho menos para el futuro.
La responsabilidad de que la educación sea de calidad, actualizada y proyectada al futuro, es compartida, no solo por los padres, la familia y los educadores profesionales, como dice sabiamente el artículo 75 de la Constitución Nacional: “La educación es responsabilidad de la sociedad y, en particular, recae en la familia, el municipio y el Estado”.
La hermosa sociedad paraguaya de la gente, honesta y cálida está acosada e infiltrada por diversos grupos poderosos de corruptos, de narcotraficantes, de bandas delincuentes, de poderes fácticos internacionales neocolonizadores con ideologías genocidas, etc., que pretenden destruir jóvenes, niños, adolescentes, familias, cultura e identidad nacional.
La debilidad de gran parte de nuestra actual sociedad es indicador de la deficiente educación que ha recibido la mayoría de la población paraguaya y lógicamente no está en condiciones de asumir su responsabilidad de educar.
El futuro próximo que se está incubando y los remotos sucesivamente cambiantes generan nuevos modos de vivir y derivadamente sociedades diferentes, que demandan educación integral con nuevas competencias y entre ellas, sin duda, saber aprender, saber pensar con pensamiento crítico, creativo, complejo y sistémico.
Estamos de acuerdo con Jacques Delors cuando propuso los cuatro pilares de la educación en el siglo XXI. El aprender a aprender, al que acabo de aludir, tiene su aplicación inmediata a los cuatro pilares, hay que aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser, en constante renovación y actualización, si no queremos quedar marginados en la cuneta de la historia.
Inevitable e imperativamente el futuro condiciona la educación del presente. Si sinceramente queremos reconocer que el sistema educativo nacional y los procesos educativos actuales de la educación nacional no sirven ni para el presente, los padres, las familias, la sociedad, los municipios y el Estado, todos debemos reaccionar y encontrarnos en diálogo nacional operativo, para poner la educación al día y en ruta, para salvar a las nuevas generaciones y al Paraguay de la dramática pobreza radical y progresiva.
Otra educación es posible, necesaria y urgente. Si no educamos para el futuro, el futuro, en vez de ser horizonte de esperanzas, se convertirá en horizonte de tempestades y el pronóstico de Paraguay será más emigración, menos soberano y más mendigo de limosnas internacionales.