Comenzaron a trabajar en el frío de la mañana y se movieron rápidamente, desenrollando carrete tras carrete de alambre de espino, atándolo a postes clavados en el suelo.
En 3 días, la reluciente valla de concertina que llega hasta los hombros emergió como una serpiente plateada bordeando la orilla de un río hasta donde alcanza la vista.
Este fue el trabajo de aproximadamente 100 soldados del 19° Batallón de Ingenieros del ejército estadounidense, asentado en Fort Knox, Kentucky. Los efectivos no están en una lejana zona de guerra lejana, sino en Laredo, una concurrida ciudad en la frontera con México dominada por un tramo del Río Grande.
El presidente Donald Trump envió 5.800 soldados a la frontera para prevenir la llegada de grandes grupos de migrantes centroamericanos que viajan a través de México, una medida que los críticos denunciaron como un intento de sacar rédito político antes de las elecciones de mitad de mandato celebradas a principios de este mes.
Trump dijo que el avance de la caravana de migrantes implicaba una emergencia nacional ante lo que calificó de invasión con pandilleros y algunos matones muy malos.
Hasta ahora, lo más visible del despliegue de Trump es la alambrada, un obstáculo físico diseñado para conducir a los migrantes peticionarios de asilo hacia los puntos de entrada organizados en territorio estadounidense.
Durante el fin de semana, se pudo ver al pelotón del teniente Alan Koepnick extender la alambrada a lo largo de la rivera de un tranquilo parque junto al río, cerca del centro de Laredo.
Mientras las familias paseaban perros, cocinaban salchichas a la parrilla y se relajaban, los soldados montaron el alambre no sin rasgarse en alguna ocasión los uniformes de camuflaje con las púas metálicas.
Koepnick reconoció que algunos vecinos de Laredo mostraron su inquietud por las vallas y la presencia de las tropas.
“Pero también hay mucho apoyo, gente que viene, veteranos que nos dan la mano, nos traen pasteles, agua... cosas así”, explicó Koepnick.