Maquillados como el protagonista del filme Joker, un personaje que se siente marginado, o con la máscara de la película V de Vendetta, miles denunciaron problemas parecidos en Bagdad y Beirut, desencadenando la caída de cinco jefes de Estado.
Es “una revolución contra el Tina”, el acrónimo anglófono de There is no alternative (No hay alternativa), explica Karim Bitar, director del Instituto de Ciencias Políticas en la Universidad St. Joseph de Beirut.
“La sociedad no soporta más pagar y pagar. Apretaron mucho la tuerca y llegó un momento que tenía que colapsar”, afirmó Marcela Paz, una profesora de 51 años, en una manifestación de un millón de personas en Santiago de Chile a fines de octubre.
De una punta a otra del planeta, retumban las rebeliones de todo tipo. Las protestas tienen en común que surgieron en “horizontalidad” y “sin líderes, sin organización ni estructura en una primera etapa”, explica Olivier Fillieule, especialista de movimientos sociales del Instituto de Estudios Políticos de Lausana (Suiza).

La mecha que desató las movilizaciones puede ser algo abstracta, como la ley de extradiciones en Hong Kong, o más pragmática, como la subida del precio del metro en Santiago de Chile, o una nueva tasa para llamadas con WhatsApp en Líbano.
“De Líbano a Irak, nuestro dolor es uno”, podía leerse en una pancarta en Beirut, delante de la sede de Electricidad de Líbano (EDL), símbolo del declive de los servicios públicos en el país.
TECNOLOGÍA. Estas revueltas cuentan con internet, mucho más que en 2011, ya que el número de internautas se duplicó más en diez años, hasta alcanzar los 4.500 millones.
En Argelia, las redes sociales desempeñaron “un papel muy importante”, explicó Okba Bellabas, uno de los 25 miembros fundadores del colectivo de Jóvenes Comprometidos.
En Hong Kong o Barcelona, los manifestantes se pasan consignas a través de sistemas de mensajerías seguros, incluso con aplicaciones que se descargan con un código QR.
En Irán, en Irak o incluso en Egipto, los gobernantes enfrentados a los levantamientos intentaron frenarlos cortando internet, sin mucho éxito a largo plazo.
“Las redes sociales pueden desempeñar un papel, pero no se trata de revoluciones Facebook”, subraya Geoffrey Pleyers, sociólogo en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) y en el Colegio de Estudios Mundiales (París).
El peso de la red, incluso sin ser dominante, atrae forzosamente a los más conectados, es decir, los jóvenes. Pero su porcentaje en estas movilizaciones no se verifica de modo sistemático.
Los chalecos amarillos franceses a menudo son gente de más edad, el movimiento chileno incluye a muchos jubilados, y los manifestantes en Barcelona son de todas las edades, expone Pleyers.
DESCONTENTO. En el fondo, los lemas reflejan la desconfianza de los manifestantes ante un sistema que ya no se ve como vector de ascensión social, y ante una democracia inexistente o sorda a las quejas de los ciudadanos.
“Para mi ciudad quiero un gobierno que pueda ayudar a los ciudadanos de base o a las clases medias, y un gobierno que dialoga con sinceridad con sus ciudadanos”, declaró un manifestante de Hong Kong que pidió el anonimato.
Estas revueltas, según coinciden los expertos, se inspiran en los movimientos de inicios de la década, como la primavera árabe, iniciada a fines de 2010 en Túnez, y también en el movimiento Ocupemos Wall Street, en 2011, contra la austeridad y los abusos del capitalismo financiero.
“El 2019 aparece como un año importante en materia de movilizaciones”, estima Olivier Fillieule. “Pero esto no es inédito ni excepcional. Recordemos que a fines del 2011, la revista Time elegía al manifestante como personalidad del año”, expresa. Las movilizaciones del 2019 “se inscriben en la misma secuencia histórica”, agrega.
“El mal funcionamiento económico revelado por la crisis de 2008 se transfirieron de las élites hacia los menos poderosos, a través de la austeridad, el desempleo y la inseguridad”, explica Jake Werner, profesor en la Universidad de Chicago.
Según Erik Neveu, investigador en sociología de las movilizaciones en el Instituto de Estudios Políticos de Rennes (oeste de Francia), en los regímenes democráticos, “la creencia en la capacidad de la democracia para cambiar la vida se erosiona”.
El pueblo piensa así que “su salvación se encuentra en la movilización”, es decir, en el derrocamiento del poder, asegura Neveu. “Son las revoluciones por la dignidad”, dice Bitar en Beirut. Este año, en solo semanas, varios movimientos desencadenaron la salida de líderes de Argelia, Sudán, Bolivia, Líbano e Irak.