Si el 2020 fue el año de la cuarentena y el encierro tras el brote de la pandemia de Covid-19, el 2021 fue el año en que esta enfermedad golpeó con más fuerza al país. Mientras que el 2020 cerró con 2.262 fallecidos por coronavirus, el 2021 tuvo más de 14.000 muertes por la enfermedad y fue el año en el que el sistema sanitario colapsó ante la cantidad de internados por este virus.
Mientras que la mayoría de los países ya negociaban las compras de las vacunas, Paraguay empezó su 2021confiando en la provisión de los biológicos adquiridos mediante el mecanismo Covax, que a todas luces fracasó, y recordando sus logros por la cuarentena sanitaria que permitió al sistema sanitario prepararse en algo para contener la enfermedad.
A los pocos meses de iniciarse el año, las muertes se dispararon, mientras unas pocas vacunas llegaban al país, apenas para inmunizar a unos pocos del personal de blanco.
“En el primer trimestre del año, con el ingreso de la nueva variante gamma es que vemos la explosión de casos. Se trata de una variante mucho más contagiosa y que nos encuentra más desgastados, en el sentido de incapacidad de seguir haciendo cuarentena de calidad como lo hicimos al principio”, relató Guillermo Sequera, ex director de Vigilancia de la Salud.
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La pandemia entonces profundizó la ya existente crisis sanitaria del país, producto de décadas de falta de inversión en Salud Pública, y desbordó hospitales de contagiados, el oxígeno quedó sin abastecimiento, y dejó sin stock los medicamentos para tratar a los enfermos. Esto, a pesar de que en 2020 el Gobierno se endeudó para robustecer el sistema sanitario.
“En ese primer semestre tuvimos la explosión de gamma, y vimos la peor cara de la pandemia en nuestro país, un año después de que gran parte del planeta lo tuviera, al igual que Uruguay, ambos tuvimos la mayor cantidad de muertes por coronavirus por semana y tocamos un pico en junio y julio”, recuerda el medico.
Entre desconcertantes casos de corrupción que salieron a la luz y la ineficacia en la gestión para obtener las vacunas, el cambio de timón fue inevitable, el llamado capitán, el entonces ministro de Salud, Julio Mazzoleni, tuvo que dar un paso al costado, mientras el Poder Ejecutivo intentaba calmar los reclamos de la ciudadanía.
Sin embargo, esta estrategia no calmó las aguas y una ciudadanía enfurecida por la corrupción en medio de una crisis socioeconómica, en duelo y agotada por la pandemia salió a las calles amenazando con un nuevo Marzo Paraguayo, poniendo en jaque una vez más al gobierno del presidente Mario Abdo Benítez.
En aquel marzo, a solo tres meses de empezar el año, y a 365 días de recibir el primer positivo del coronavirus, Paraguay sufría los estragos no solo del virus, sino también de la impunidad en los escandalosos casos de corrupción detectados en el uso de los fondos de emergencia aprobados para luchar contra el Covid-19 y que siguen saliendo a la luz hasta la fecha.
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Una gran parte de la ciudadanía exigía el juicio político a Abdo Benítez, y al vicepresidente, Hugo Velázquez, pero la oposición no tuvo los votos necesarios, gracias a una maniobra de salvataje del cartismo.
El mandatario puso a Julio Borba al frente de la cartera sanitaria y la benevolencia de Estados Unidos, que donó al país el primer millón de vacunas Pfizer, significó un golpe en el tablero y mayor celeridad en la vacunación.
“A mediados de julio vimos un descenso por un lado por las vacunas, que es cierto que llegaron a cuentagotas y fue un problema político sanitario muy importante, pero el número masivo de vacunaciones que se dieron entre junio y julio y el techo que tocó la pandemia hace que se dé un descenso espectacular a finales de julio”, comentó Sequera.
Para el médico, la pandemia del Covid-19 permitió que la salud, por primera vez, esté en la mesa del Gobierno. “En la cultura de la política y de gobierno de nuestro país, Salud no está donde se corta la torta, siempre se habla mucho de lo importante que es la salud, igual que la educación, pero creo que no está convidada a la alta política. Creo que fue la oportunidad de Salud”, sostuvo.
Al respecto, Sequera destacó que por primera vez Paraguay tiene el mínimo de camas de Terapia Intensiva por habitante. “Imagínense que el mundo empezó por ese mínimo y luego fue duplicando y triplicando, esta pandemia hizo que tengamos el mínimo que debemos tener de camas de terapia, eso es histórico”, mencionó.
Otra cuestión que sigue preocupando al cierre del año es que a pesar de las maratónicas jornadas de vacunación y las campañas implementadas por Salud Pública, Paraguay sigue siendo el país con menor cobertura vacunal, señaló Sequera, quien dejó el cargo en Vigilancia de la Salud para culminar un doctorado.
“Estamos con Bolivia en la cola, como en muchas otras cosas, como reflejo de los muchos otros problemas que tenemos, hay que recordar que Paraguay es el país más rural de Latinoamérica y la ruralidad es una barrera al acceso a la salud, no solo porque no hay hospitales, sino por muchos otros factores”, observó.
La generosidad se transformó en platos de comida
En contraste con la calamitosa situación que pasaba el país, en esa misma época, en el primer trimestre del 2021, una familia decidió dar un paso de solidaridad y emprender toda una cadena de ayuda para que los familiares de pacientes internados, apostados en los hospitales públicos, pudieran tener almuerzos y cenas gratuitas. El gesto se replicó en muchas otras partes del país.
La familia Masulli fue el rostro de la otra cara de Paraguay, que en su peor momento unió a unas 1.000 personas solidarias y durante seis meses preparó más de 300.000 platos a familiares y profesionales de blanco que estaban en unos 20 hospitales públicos.
“Esto empezó cuando veíamos en casa el noticiero. La verdad que las historias nos conmovieron un montón, pensamos en ayudar a esas personas a que la pasen un poquito menos peor de lo que estaban pasando y que sepan que no estaban solos, así fue que se nos ocurrió llevar la cena esa misma noche que estábamos viendo el noticiero”, comentó Mónica Masulli.
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Ella junto con su familia fue el cerebro detrás de una inmensa organización que se inició con 30 platos de comidas, que
—según cuentan— nació de forma muy espontánea.
“Fue algo muy espontáneo, fuimos a comprar los ingredientes y los envases para llevar y llegamos tarde. Recuerdo que esa primera noche que fuimos estaba lloviendo torrencialmente y fue cuando nos encontramos, más allá de lo que estábamos viendo en las noticias, con la realidad del Ineram. Nos quedamos sin palabras”, relató.
Señaló que no fue fácil ganar la confianza de las personas que estaban atravesando por esa situación, pero que con el correr de los días vieron que los alimentos eran aceptados y empezaron a recibir donaciones para que las comidas solidarias no se acaben.
Recordó que a los pocos días de iniciar la cena solidaría se comprometieron verbalmente con un familiar a no hacer faltar los alimentos. “Como mi esposo Víctor, mi hijo Nacho y yo dijimos que no tenía que ser algo de unos días nomás, volvimos a ir los siguientes días”, alegó.
De 30 platos, el movimiento solidario que tuvo como cara visible a Juan Ignacio Masulli llegó a entregar 2.000 platos diarios en el punto más álgido de la pandemia con varias cocinas solidarias. Mónica explicó que uno de los ingredientes para crecer cada vez más en la cantidad de comida fue siempre tratar de hacer ese “extra” e ir un poco más de lo que todos esperaban.
“Al principio pensábamos que íbamos a durar un mes, pero cada vez que faltaba un ingrediente volvían a donar y donar, fue así que llegamos a 6 meses de trabajo. Fue algo mucho más que comida, fue un momento inédito, era saber que ellos no estaban solos y aislados”, reflexionó.
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“El mensaje que como familia quisimos dar es que con algo chiquito se puede empezar. Nosotros creemos que si en momentos claves podemos hacer eso, todos desde el lugar que estemos podemos hacer que cambien de a poco las cosas. A veces asumimos que tenemos que vivir con el prebendarismo, pero hay una nueva generación que nos da esperanza”, concluyó.