En esa cumbre que se celebrará en noviembre de 2023, todos los países firmantes aportarán su balance de emisiones, “que se presenta cada tres años y es un termómetro para saber dónde estamos, qué hace falta y qué vamos a sufrir” ante la perspectiva de “unos veranos cada vez más tórridos”.
Las consecuencias del cambio climático impulsarán “muchos avances en la agenda de solidaridad, sobre todo con los países más vulnerables” en Dubái, pero también en el tema de los subsidios a los combustibles fósiles donde hasta ahora, solo se ha conseguido “el acuerdo de irlos reduciendo, pero no de su eliminación”, según Brescoli.
En ese sentido, la COP28 promete progresos en un camino en el que “los avances son lentos, pese a la emergencia climática” y en 2022 se vieron especialmente lastrados por “una situación geopolítica complicada”, debido a la suma de tres crisis: bélica, energética y económica.
Carles Brescolí, quien acumula la experiencia de haber participado ya en catorce COP, ha explicado que la cumbre del clima del pasado mes de noviembre en Sharm el Sheij (Egipto) tuvo al menos tres éxitos a destacar: el primero fue que “nadie se levantó de la mesa aunque la Unión Europea estuvo a punto de hacerlo porque se sintió muy presionada e incluso agredida”.
El segundo fue la creación del fondo específico de pérdidas y daños porque “llevábamos más de diez años hablando de este tema en los pasillos pero nunca estaba en las agendas de discusión” y “ahora se ha materializado”, si bien “el dinero no está todavía encima de la mesa” y un comité de transición trabaja ya para formalizar este convenio.
El tercer éxito es el impulso “tremendamente importante” a la aplicación del artículo 6 del Acuerdo de París firmado en 2015, referente a los mercados internacionales de carbono, y sobre el que se ha venido trabajando desde entonces.
“Hemos avanzado en la parte de los dos mecanismos que tanto nos costaba, los que marcan el funcionamiento efectivo de estos mercados en los puntos 6.2 y 6.4 y también en el 6.8, que marca los compromisos determinados de cada país”, precisa.
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Otros factores para ver el futuro con optimismo son los referidos a “soluciones basadas en la naturaleza, para ayudar a preservar la biodiversidad y el agua” o las nuevas tecnologías y combustibles, especialmente en torno al hidrógeno verde.
Entre lo negativo de la COP27, ha destacado que “el objetivo básico, reducir las emisiones, no lo estamos consiguiendo”, si bien los cinco principales emisores mundiales, que suman un 63 % del total -China el que más, con un 30 %, pero también EEUU, la India, Rusia y Japón-, “se han apretado el cinturón y las están conteniendo”.
El problema es que “una serie de países emergentes está creciendo muy rápido y aumentando muchísimo en emisiones, aunque nadie habla de ellos”, como Irán, Corea del Sur, Indonesia o Mongolia, lo que desequilibra al final la balanza.
En ese sentido, ha alabado la labor de la UE, que “está reduciendo más que nadie, está usando más que nadie y más que nunca las renovables y está aumentando muchísimo la movilidad eléctrica” y, aunque solo aporta el 9% de las emisiones globales, “se ha convertido en una especie de minilaboratorio del mundo” con “el liderazgo en temas tan importantes como la compraventa de derechos de emisiones”, aunque “esto no funcionará hasta que el precio no sea mundial, que todos juguemos en la misma liga”.
“No en todas las COP se pueden conseguir grandes logros y algunas como la de Egipto son de transición”, ha recordado, pero Dubái promete ser mejor, con un papel “relevante” para España, que asumirá la presidencia rotatoria europea en el segundo semestre de 2023.
En 2024, la cumbre del clima regresará a Europa, “probablemente a un país del este” y “no está escrito en ningún papel pero mi apuesta es Sofía (Bulgaria)”
La Fundación Empresa y Clima ayuda a las empresas en su transición hacia una economía verde baja en carbono y es miembro observador acreditado por la ONU desde 2010.