“Queridos amigos, hemos hecho todo lo que hemos podido, pero las circunstancias son más poderosas que nosotros. Aunque es triste, tenéis que abandonar la estación”, fueron las palabras con las que Vladímir Soloviov, director del Centro de Control de Vuelos Espaciales (CCVE) de Rusia, les había ordenado dejar la Mir.
La financiación, el talón de Aquiles
Con un presupuesto espacial de apenas 3.400 millones de rublos (130 millones de dólares al tipo de cambio de entonces), la mitad de lo que gastaba India y cinco veces menos que China, Rusia no podía costear simultáneamente los gastos de la Mir (“mundo y paz”, en ruso) y otros proyectos prioritarios.
Pero en agosto de 1999, las autoridades rusas todavía abrigaban esperanzas de conseguir los recursos para mantener en órbita el ingenio de 120 toneladas de masa que había estado en funcionamiento durante más de 13 años, convertido para entonces en orgullo nacional.
En órbita desde el 20 de febrero de 1986 y con una vida útil inicial prevista de cinco años, la Mir se preparaba para la cuenta atrás definitiva por la incapacidad de Rusia para encontrar los recursos para su mantenimiento, unos 200 millones de dólares.
Sistema satelital versus estación
El entonces director general del Agencia Espacial Rusa, Yuri Kóptiev, advertía de que en aquellos tiempos el 75 por ciento de los satélites en órbita con que contaba el país ya había agotado su período de garantía, por lo que había que invertir de manera urgente en recomponer el sistema satelital, vital para la seguridad nacional.
“No me gustaría ser testigo de cómo uno de los grandes logros científicos de Rusia se convierte en un demonio sideral que en cualquier momento puede caer sobre cualquier región del planeta”, dijo en su momento Kóptiev, al insistir en la necesidad de hundir la Mir de manera controlada.
Y es que, en su opinión, era extremadamente peligroso dilatar la jubilación de la Mir debido a que se tornaba cada vez más difícil controlarla por los fallos que experimentaba.
Después de trece años de funcionamiento en el espacio y medio año de trabajo en régimen automático, en el año 2000 la Mir recibiría desde el Centro de Control de Vuelos Espaciales de Rusia la orden de descenso que la haría quemarse en la atmósfera, tras lo que sus restos caerían en el océano Pacífico.
Un capítulo notable de la investigación espacial
Con la desaparición de Mir, se puso fin a uno de los capítulos más notables de la investigación del cosmos, que se puede resumir en 24 programas científicos internacionales (en los que participaron 130 países) y más de 190.000 experimentos realizados en sus laboratorios e instalaciones científicas.
Desde que la primera tripulación llegó a la Mir, en marzo de 1986, la plataforma espacial acogió a 135 cosmonautas de once países, que realizaron un total 71 caminatas espaciales.
La estación recibió 27 naves tripuladas Soyuz y 58 cargueros Progress con cerca de 150 toneladas de combustible, agua, alimentos y equipos científicos.
Además, la Mir fue importante escenario de la cooperación espacial entre Rusia y Estados Unidos, ya que en nueve ocasiones transbordadores de la NASA se acoplaron a la estación rusa.
“Hemos abandonado en el espacio un trozo de Rusia”, se lamentó Avdéyev al volver a la Tierra desde la Mir, en la que acumuló una permanencia de 748 días en tres misiones.
Fuente: EFE