El abrazo ayuda a fortalecer los lazos emocionales y transmite calma; por ende, ayuda al buen crecimiento emocional de los más pequeños. El contacto físico favorece la conexión neuronal.
Se considera que recibir abrazos de las personas cercanas es una necesidad básica que aporta una sensación de seguridad y reconocimiento, especialmente en los primeros años de vida. Por eso, es de suma importancia el contacto físico en la crianza de los niños, para desarrollar las emociones positivas en ellos y en la relación que tienen con los demás. Puesto que el no recibir caricias, abrazos, palabras positivas o demostraciones de afecto puede, en muchas ocasiones, afectar el desarrollo oportuno y a futuro propiciar la aparición de dificultades en la relación interpersonal con el ambiente social, dado que los más pequeños aprenden a transmitir también sus emociones y sentimientos como lo hacen en casa.
LÍMITES A PONER EN PRÁCTICA
Así como es bueno dar y recibir abrazos, debemos tener en cuenta que en los niños estas demostraciones de cariño son su manera de expresar sus emociones y sentimientos, pero debemos tener en cuenta que hay momentos en los cuales los pequeños no se sienten cómodos con eso, en algunos casos provoca un cambio brusco en su actitud y comportamiento; por eso, como adultos, debemos ser conscientes que no siempre dar abrazos es bueno.
“Cuando las personas adultas abruman con sus demostraciones de afecto a nivel corporal a los niños y estos exteriorizan con su conducta y sus palabras, su desaprobación. Por ejemplo, cuando llegan las tías a la casa, el niño está jugando y abruptamente dan besos o abrazos, sin avisar o pedir permiso, claramente puede darse un estallido emocional o un rechazo de parte de los niños”, comenta la sicóloga infantojuvenil Belén Espínola.
La profesional indica que es de suma importancia evaluar qué mensajes estamos transmitiendo a nuestros hijos con estas prácticas, ¿realmente estoy enseñando a demostrar y recibir afecto de manera positiva? Es la pregunta que se deben plantear como padres.
“Desde la perspectiva de la crianza, son los padres quienes tienen que moldear el comportamiento de los niños y enseñarles a respetar al otro, haciéndoles entender que los besos y abrazos, por más que sean demostraciones lindas de afecto, no siempre deben darse en cualquier momento, lugar, ni mucho menos a cualquier persona sin preguntar o sin tener consentimiento”, refiere.
Lo que debemos lograr es el equilibrio; es decir, hacerles entender a los chicos que mostrar afecto está bien, pero que es fundamental el respeto del cuerpo y espacio personal de cada quien. Esto se convierte en una estrategia hasta de protección, ya que, al enseñarles a los niños a ser cautelosos y respetuosos al momento de trasmitir sus afectos con cualquier persona, se los resguarda de los peligros que implica brindar demasiada confianza a una persona extraña.
“Si obligás a tus hijos a dar besos y abrazos cuando no están dispuestos a hacerlo, entonces estás enseñándoles que no tienen voz en sus decisiones y que no tienen autonomía, ni corporal, ni de posturas ante situaciones y que las necesidades de los adultos sustituyen a las necesidades de los niños. Al mismo tiempo, se transmite un mensaje intrínseco, porque el niño está aprendiendo que no es dueño de su cuerpo y que un adulto puede decirle qué es lo que debe hacer y a quién tiene que abrazar o besar. Claramente esto no se trata de infundir malos modales o falta de cortesía, sino de respetar la voluntad de cada niño/a y escuchar su voz”, añade Espínola.
Está muy bien que los padres fomenten las expresiones de afectos de sus hijos, pero también es positivo alentarlos a preguntar antes, dado que el mensaje que necesitan entender es que el problema no está en la demostración de afecto, sino en no respetar los límites puestos por cada persona, independientemente de su edad.
Las demostraciones de afecto con los niños son muy buenas para su conexión neuronal, pero deben ser respetando su espacio.