29 abr. 2025

El abuelo nazi

Arnaldo Alegre

–...¡Estamos todos locos! ¡Qué se creen! Nosotros somos muchos y machos, carancho.

–Mba'épiko, abuelo. ¿Qué es lo que te pasa?

–Esos arrieros raritos. Quieren volvernos trolos a todos.

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–No creo que nadie te quiera volver trolo a vos abuelo.

–Claro que sí. La sociedad está en peligro. Nuestra paraguayidad está en riesgo.

–No, ellos son paraguayos y quieren ser respetados como tales. Aparte viven en nuestra sociedad y son sujetos de derecho.

–Está bien que tengan sus derechos y sus izquierdos también si quieren, pero lejos mío.

–¿Qué querés que se haga con ellos? ¿Encerrarlos?

–Sí. Garrote y que se vayan a hacer sus cosas lejos. Que hagan su propio ciudad si quieren: Rarilandia.

–Eso es ser nazi.

–Sí y qué. Acá hace falta un Hitler o un Stroessner para ponerles en camino.

–Pero si vos decís que el Rubio tenía un hijo medio delicado. Y algunos jerarcas nazis también disfrutaban de la marcialidad teutona, aunque en una variante especial.

–Eso es mentira de los contreras como vos. Y si les defendés, sos como ellos.

–Yo defiendo que los derechos alcancen a todos los ciudadanos.

–Encima quieren degenerar a nuestros niños con sus mensajes homosexuales.

–¿De dónde sacás eso? No hay ningún programa, en colegio alguno del Paraguay, que haga semejante barbaridad.

–El pa’i me dijo.

–Ese a que le decís Lugo’i y no por ser de izquierda, precisamente.

–Vos sos cristiano, no podés apoyarlos.

–Jesús andaba entre varones y no se volvió rarito. A lo sumo fue traicionado por ellos. Y poco hicieron para impedir la crucifixión. Con amigos como esos...

–Y los trolos le habrán matado.

–No. Eran los judíos.

–Esos también jodieron mucho... Yo defiendo a la familia. Creo firmemente en la familia. Es la base de la sociedad.

–Y vos dejaste muchas bases, por lo que dice la abuela; y no es que te hacías cargo de todas ellas.

–Así somos los machos mi hijo. Es una tarea ingrata, pero alguien tiene que hacerla... Encima tienen unos libros con contenido sospechoso. Hay que quemar todos sus libros.

–Oîma Rierita. Justo él, que sabe mucho de incendios, habla de eso. Durante su gestión en la intendencia de Asunción ocurrió lo de Ycuá. Y nadie evitó la tragedia. Ni Dios, ni el sentido común de las autoridades comunales que jamás cumplieron con su tarea.

–Vas arder en el infierno.

–Nos vemos ahí entonces.