09 sept. 2024

El alma de la raza

El libro El factor humano, de John Carlin, llevado al cine, cuenta que Nelson Mandela pidió al capitán de la selección de rugby de Sudáfrica, François Pienaar, que ganara el Mundial de 1995, para inspirar al país. Lo que logró fue usar el deporte para unir a su nación, tras el apartheid.

Es que los pueblos necesitan inspiración para poder trascender. Necesitan algo que puedan imitar para poder seguir. En el Paraguay, siempre fueron las dos guerras que enfrentó, los actos heroicos que realizaron sus soldados. Dar la vida por la patria. En la pandemia, fueron los médicos.

En ese contexto, ahora, tal vez debemos buscar inspiración en otro lado para mejorar. Para despabilarnos. Para extirpar la corrupción del país o, por lo menos, reducirla. Es ahí donde el deporte podría servir para este objetivo.

Saltando las distancias, quiero mencionar aquí a la selección de fútbol que compitió en los Juegos Olímpicos de París, donde evidentemente, se puede decir que tuvo a los dioses del Olimpo en contra para poder avanzar en la competencia.

Es que si vemos todas las adversidades que pasó, realmente es admirable lo que consiguieron. Desde el campeonato preolímpico de Venezuela, se preparó para la competencia. Y ahí empezaron las dificultades. Varios clubes no dieron permiso a sus jugadores para ir a Francia, lo que fue un problema.

Después, en los partidos de práctica, varios jugadores sufrieron lesiones y tuvieron que ser reemplazados a última hora. Incluso, cuando dos de los reemplazos viajaban a París, su avión tuvo que regresar por problemas en la aeronave.

Luego, cuando empezó la competencia, las dificultades continuaron. En el primer partido, ante Japón, hubo un jugador expulsado, con lo que tuvo una estrepitosa caída de cinco goles contra cero, lo que, de por sí, haría que el ánimo del grupo estuviera por el suelo.

En el segundo encuentro, un jugador quedó lesionado, al punto que tuvo que viajar otro atleta hasta Francia para reemplazarlo. Ese partido lo ganó en tiempo de descuento, luego de bastante sufrimiento.

En el tercer partido, dos de nuestros mejores futbolistas fueron amonestados, por lo que no podían jugar en los cuartos de final de la competencia. Parecía que todo conspiraba contra el team Paraguay.

Por si fuera poco, luego vino el retraso en el viaje de París a Marsella para jugar la siguiente etapa tan decisiva. No llegó el vuelo, casi los echan del aeropuerto, tuvieron que dormir en una pensión. Al día siguiente, otra vez los problemas del vehículo. Al final, llegaron un día antes del partido.

Estaban con poco descanso, sin dos futbolistas importantes. Ya tenían tres partidos jugados en menos de una semana. Debían enfrentar a un rival duro y apenas tenían cinco jugadores como suplentes. El partido fue difícil, como todos los que tuvieron. Ya es costumbre sufrir. Y de nuevo la adversidad. Uno de los mejores deportistas se lesionó antes de concluir el encuentro.

A esto se sumó el cansancio, llegar al tiempo extra, luego de más de diez minutos de reposición. Fue otra media hora más, con lo que –según estiman sus técnicos– fueron unos 150 minutos. Casi inhumano.

Acto seguido viene la lotería de los penales, como dicen mis colegas. Y ahí intervinieron de nuevo los dioses del Olimpo. Al final, quedaron fuera por un gol de diferencia, como corolario de las dificultadas sufridas.

Sacando todo lo negativo, y buscando lo positivo de lo que pasó en las Olimpiadas con estos deportistas, su actuación fue sumamente digna. Demostraron una capacidad de superar las adversidades.

Cuentan que el 25 de febrero de 1870, el mariscal López concedió una condecoración a los soldados que llegaron hasta Cerro Corá, con la inscripción: “Venció penurias y fatigas”. No digo que les den una medalla, pero hay que reconocer que ellos inspiran. Demostraron una voluntad indoblegable. Como diría Manuel Domínguez, mostraron “el alma de la raza”.

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