Fue considerada la panacea, la solución a la corrupción y a la baja calidad de representación política. Un sector opositor logró vender el producto y el anhelado desbloqueo de listas se convirtió en un reclamo ciudadano de masas.
Nadie escuchó las advertencias. Había indignación y hartazgo, sed de castigo, y para la gente, incluyendo medios de prensa, todo era culpa de las satanizadas listas sábana. Ese fue el nombre popular que recibieron las listas cerradas y bloqueadas, porque nadie sabía quiénes estaban detrás de la única cara visible, la del número uno del grupo, el resto estaba cubierto por una sábana.
El pedido de desbloqueo llevaba unas dos décadas en 2019 cuando fue aprobado. La propuesta fue del Partido Patria Querida (PPQ), se le unieron otros sectores y al final, el Partido Colorado también tuvo que ceder, muy a pesar de su voluntad, sin imaginar, quizá, que hoy sería uno de los más beneficiados.
Una carta contundente de casi súplica llegó al Congreso antes de que el proyecto de ley sea tratado. La organización de politólogos paraguayos alertaba en el escrito sobre los riesgos de este nuevo sistema, y citaba ejemplos de países que tuvieron que volver a bloquear sus listas.
Tres elecciones después del cambio de la ley electoral y la implementación del sistema de listas cerradas y desbloqueadas con un voto preferente, resulta ser que los escombros persisten. “Podemos construir un nuevo Cabildo con tantos escombros”, admitió después de los comicios el senador Silvio Beto Ovelar, el único que aquel año se opuso al desbloqueo en el Senado.
El nuevo sistema electoral tiene dos principales críticas. La primera, que promueve la individualidad, cuando la política real es articulada; no la hace una sola persona, se mueve organizada, en bancada, con acuerdos, y el ejemplo perfecto fue Honor Colorado, que supo actuar en bloque en Diputados, no importó el orden en que hayan ingresado.
La segunda, que como todos compiten entre todos, el gasto se vuelve mayor, el candidato con más recursos es el que tiene mejores oportunidades, el costo de una campaña junto con los gastos operativos se ha triplicado. “Para un cargo legislativo gastamos en promedio G. 1.500 millones por cada candidato”, comentó un referente de las filas coloradas de quien preservamos su identidad. “Antes el máximo gasto era de G. 500 millones”, comparó.
El gran problema cuando hablamos de dinero en política es su origen, su rendición, los financistas, cómo recupera el candidato tanto dinero. La necesidad de recursos propicia el ingreso de dinero sucio, del narcotráfico y de licitaciones amañadas.
La política se mueve por sectores, por intereses, por partidos. Las listas se forman por afinidad de esos intereses tanto económicos como ideológicos. No se vota a un candidato, se vota a un equipo. El voto preferente no mejora la calidad de la representación, solo reduce la cantidad de escaños para los partidos pequeños y afecta también a las mujeres.
Para el politólogo Diego Abente Brun, el desbloqueo cambia una democracia de baja calidad por una narcoplutocracia.
Tanto colorados como liberales anuncian la posibilidad de revertir el desbloqueo después de abril. Todavía quedan cinco años de consecuencias de este sistema.