11 jun. 2025

El arca que salvó a una variedad de sapos de la desaparición en Ecuador

Iban camino a la desaparición. El calentamiento global los había convertido en animales tan frágiles que los científicos temieron que no tuvieran una segunda oportunidad, hasta que crearon un arca para salvar a una gran variedad de sapos en Ecuador.

arca de sapos.jpg

Los sapos y ranas son importantes para el control de las poblaciones de insectos.

Foto: @centrojambatu

En cajas de plástico o de vidrio, con hojarasca, agua o rocas -según las necesidades de cada especie-, el Centro Jambatu reproduce en cautiverio 34 tipos de sapos, cuyas poblaciones han disminuido dramáticamente por el aumento de la temperatura y cambios en las condiciones de humedad.

Fundado en 2011, el centro de investigación opera cerca de Quito y tiene amplios jardines, con una hilera de habitaciones interconectadas en las que científicos imitan los diferentes climas.

“El sueño es que estos animales regresen. Se extinguieron de los parques nacionales (protegidos). Eso es una alerta máxima. Es decir, que un animal se extinga de un parque nacional quiere decir que algo estamos haciendo mal. Ese algo es el cambio climático”, sostiene Luis Coloma, director del centro.

Le puede interesar: Chile multiplica a 200 crías las últimas 14 ranas del Loa que existían

icono whatsappRecibí las noticias en tu celular, unite al canal de ÚH en WhatsApp

Entre anfibios del género Gastrotheca y de la familia Dendrobatidae, sobresale el Atelopus ignescens o jambato negro, un sapo que fue abundante en páramos y ciudades de Ecuador y que regresó de entre los muertos.

Después de tres décadas de su aparente extinción, reapareció y hoy es el primer huésped del arca que roza la libertad.

Cuatro jambatos dejaron la vida segura dentro del laboratorio y se internaron en un terrario en los jardines del centro ubicado en San Rafael, localidad vecina a Quito.

Ahí, por primera vez, científicos hacen ensayos de preadaptación, a los que accedió la AFP, para evaluar cómo responden a predadores, enfermedades y variaciones en el clima, con miras a una posible reintroducción en su hábitat. Las hembras de esta especie alcanzan los 42,5 milímetros y son más grandes que los machos.

Se busca vivo

En el terrario, que recrea un ecosistema de páramo con un río artificial y vegetación andina, uno de los animales se lanza a la corriente provocando el alborozo de Coloma.

"¡Es la primera vez que ese animal está nadando! Eso debe estar en su memoria genética”, exclama.

Como en otras especies de anfibios, el cambio climático y patógenos como el hongo quítrido mermaron la población de jambatos, hasta su desaparición en la década de los 80.

El Centro Jambatu ofreció recompensas por uno de estos individuos. En 2016 un niño indígena de Cotopaxi (centro) lo encontró y obtuvo 1.000 dólares.

Esto motivó una intensa búsqueda que dio frutos con el hallazgo de una colonia de 36 ejemplares que se integraron al “arca de los sapos” donde nacieron cientos de renacuajos, de los cuales sobreviven 200.

Devolver a los anfibios a su hábitat natural es un proceso difícil.

Devolver a los anfibios a su hábitat natural es un proceso difícil.

En los laboratorios se generan “poblaciones que tienen suficiente diversidad genética para subsistir en el tiempo”, explica Andrea Terán, encargada del proyecto.

Lograr la reproducción del jambato fue casi que un milagro bíblico. “Son muy difíciles de reproducir en laboratorio porque tienen un comportamiento que se llama hogareño, es decir que siempre regresan a reproducirse en el mismo sitio en el que nacen”, señala Coloma.

Para ayudar a los jambatos y otras variedades, los investigadores han criopreservado en nitrógeno líquido esperma de los machos. Sin embargo, dependen de hallar hembras pues los óvulos al congelarse se dañan.

“Aquí tenemos un tesoro invaluable”, dice Terán refiriéndose al material genético, que incluye semen y muestras de la piel de los anfibios, rica en componentes usados para obtener analgésicos y antibióticos.

Sin protección

Los sapos y ranas son importantes para el control de las poblaciones de insectos. En Ecuador, un país pequeño pero megadiverso, hay 623 especies de anfibios y de ellas casi un 60% está catalogado hasta en peligro crítico de desaparecer.

Devolver a los anfibios a su hábitat natural es un proceso difícil. No conocen a los predadores ni han enfrentado enfermedades.

También están las amenazas de las truchas introducidas, que consumen los huevos y los renacuajos, y de la minería, que contamina el ambiente natural de los sapos.

Puede leer también: Una especie de rana brasileña vive en un harén de tres y todos son fieles

“Las ranas no están a salvo en la naturaleza, no tenemos todavía medidas de mitigación, no tenemos medidas de adaptación para el cambio climático” para ellas, sostiene Terán.

La piel, que es el atractivo de los anfibios por sus vistosos colores, es su condena. Si bien su pellejo húmedo les permite vivir en muchos ambientes, también los hace permeables a las enfermedades derivadas de la alteración de su hábitat.

“Para estas especies que están en peligro en la naturaleza, si es que no hay colonias a salvo en laboratorios es muy probable que su futuro sea la extinción”, advierte Terán y lamenta que para muchas ya sea “tarde”.

Más contenido de esta sección
Un perro, cuya dueña había reportado su desaparición hace exactamente un año y que se encontraba con paradero desconocido desde entonces, fue rescatado este sábado de un pozo al que cayó en Ciudad del Este, Departamento de Alto Paraná.
El Senado italiano aprobó el último jueves de forma definitiva la ley que endurece las penas por los delitos de maltrato y abuso contra los animales, con multas más elevadas y mayores penas de prisión, y que obliga al Estado a tutelar su bienestar al reconocerles expresamente una “protección jurídica autónoma”.
Cuatro organizaciones ambientales demandaron el miércoles al Gobierno de Donald Trump en Estados Unidos, denunciando que la autorización de extracción de petróleo y gas pone en peligro a las ballenas rorcual de Rice y las tortugas lora, especies endémicas del Golfo de México.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Hawái ha documentado cómo dos especies de tiburones, que rara vez se ven juntos –los enormes tiburones oceánicos y los tigre–, se juntaban para devorar los restos de un espécimen muerto junto a estas islas de Estados Unidos.
El hospital Jeroen Bosch, en la ciudad neerlandesa de Bolduque (Den Bosch), habilitó un espacio especial para encuentros entre pacientes enfermos y sus mascotas, y permitirá a partir de este miércoles las visitas de animales a sus dueños al considerar que esto puede ayudar psicológicamente durante el proceso de recuperación.
Un grupo de científicos descubrieron la mutación genética que hace naranjas a algunos gatos. Se trata de una alteración que no se da en ningún otro mamífero y que en su caso está vinculada al sexo, lo que la hace más frecuente entre los machos.