En el Paraguay pareciera haberse puesto en marcha una efectiva campaña para matar todo vestigio de nuestra historia, nuestro patrimonio histórico y cultural.
Numerosas voces se han alzado para denunciar el progresivo proceso de degradación del Centro Histórico. Frente a los reclamos, las autoridades de la Municipalidad de Asunción no han mostrado voluntad ni interés de hallar una solución. El centro, abandonado a su suerte, se convirtió en un lugar sucio, desagradable y al mismo tiempo peligroso.
Alguna vez a Asunción la conocieron como Madre de Ciudades, se la idealizaba en canciones por sus naranjos y las flores de sus veredas. En estos días su apariencia convoca al desaliento por el estado de abandono del patrimonio histórico; están matando rápidamente todo vestigio que nos hubiera quedado de la historia de la ciudad que se contaba a través de las viejas casonas.
Ahora, un capítulo más se agrega a esta cronología de la insensatez y el absurdo. Se trata de las denuncias por el abandono de otro patrimonio de la ciudad y del país: el Jardín Botánico.
La casa de quien fuera el primer presidente constitucional de Paraguay, Carlos Antonio López, se encuentra en lamentable estado. Las condiciones del edificio precarias, con telarañas que cubren las paredes y la acción de la humedad que avanza peligrosa. Las puertas están cerradas desde hace tiempo y el interior funciona hoy como un depósito.
Esa es la imagen de un edificio catalogado como patrimonio histórico y cultural, pero es tan solamente una parte de la situación en la que se encuentran varios sectores e inmuebles del Jardín Botánico y Zoológico de Asunción. Y, de los jardines temáticos que había en este lugar que alguna vez llegó a ser considerado en su momento uno de los más bellos del continente, apenas quedan algunos rosales sobrevivientes rodeados de malezas.
Lo más urgente es sin dudas recuperar el herbario abandonado, cuyas condiciones son perturbadoras. El herbario Teodoro Rojas, que de herbario solo se conserva su nombre en un pequeño y gastado cartel, apenas quedan paredes resquebrajadas, humedad y malezas de grandes raíces que crecen entre ladrillos y tejas. En el sitio ya no existen trabajos sobre botánica, y en la única sala habilitada se realizan trabajos de embalsamamiento de animales, en un espacio precario e insalubre.
Fundado en 1914 por Karl Fiebrig, un naturalista alemán, quien convirtió la chacra modelo –que estaba bajo administración del entonces Banco Agrícola– en el Jardín Botánico y Zoológico, mientras que su esposa, Anna, tuvo a su cargo el diseño de varios jardines en los años 20, de los que apenas queda El Rosedal, conocido hoy como el Jardín de la Señora, en el acceso.
El Jardín Botánico preserva un ecosistema remanente de lo que es el ecosistema del Paraguay, es como un inventario, es el principal valor de este patrimonio, pues aquí se conserva parte de la ecología que en otros puntos del país ya se perdió. El patrimonio cultural forma parte de la identidad cultural de una sociedad, y permite a las personas comprender su pasado y conectarse con su herencia cultural, con su legado. Asunción, lamentablemente, por la desidia de sus autoridades ha pasado de ser aquella Capital Verde de Iberoamérica a que la conozcan hoy con el vergonzoso sobrenombre de Madre de Estaciones de Servicio.
Los habitantes de la capital y los paraguayos que llegan de visita a Asunción tienen derecho a poder disfrutar de espacios verdes, comunitarios y recreativos que proporcionen descanso y seguridad a la gente; y el Botánico es el pulmón de una ciudad que hoy, apenas, puede respirar y precisamente por eso debemos protegerlo y cuidarlo.