18 dic. 2024

El calor, el árbol y el comisario

Hace aproximadamente cincuenta años, mi finado padre asistió a un seminario sobre urbanismo organizado en aquel entonces por el Instituto de Desarrollo Municipal (IDM). Al llegar a la casa, lo primero que compartió con sus amigos y vecinos fue la siguiente frase: “¡Hay que plantar árboles que den mucha sombra!”.

Los amigos le escuchaban, pero con mucha incredulidad, pues vivíamos en una ciudad donde de por sí había árboles, había arroyos que funcionaban como balnearios públicos y no hacía tanto calor, como para ver una urgente necesidad de arborizar las calles de la ciudad al tiempo de establecer plazas públicas con árboles frondosos.

Lastimosamente, esa prédica a favor de la arborización no tuvo resultados y hoy en día el país, y casi todo el planeta, sufre las consecuencias del calor intenso y lo peor es que no hay donde refugiarse.

El seminario de entonces fue dictado por expertos que ya vaticinaban el aumento del calor en el planeta en la medida que avanzaba desenfrenadamente la deforestación en el país, ya sea para la industria maderera, para generar campos de pastoreo, y últimamente para la agricultura mecanizada a gran escala.

Los expertos locales ya advertían del problema que hoy estamos viviendo. Se dejaron pasar casi cinco décadas sin hacer prácticamente nada y hoy en día vienen emisarios europeos para decirnos que ya no debemos echar un solo árbol más ante el calentamiento global del planeta y con la advertencia de que en caso de incumplir los nuevos reglamentos cerrarán su mercado para los principales productos de exportación de los que hoy día se enorgullece el país.

Recuerdo también que ya en la escuela nos enseñaban que si cortamos un árbol había que plantar tres en su reemplazo, de tal suerte a asegurar la forestación de los barrios y ciudades. Pero ninguna de estas lecciones se han aprendido y mucho menos aplicado. Al contrario, hoy día, en las ciudades y sus alrededores, se siguen talando los pocos árboles que aún permanecían en pie para dar lugar a grandes construcciones de edificios de departamentos y corporativos.

Es más, los edificios que se están construyendo utilizan materiales que aumentan el calor en el ambiente, como ser el uso del vidrio para el revestimiento. Es sabido que estos materiales generan calor internamente en los edificios y para refrigerar el ambiente se requiere el uso de mayor cantidad de acondicionadores de aire. Además, refleja el calor también hacia afuera, haciendo insoportable el ambiente.

El mayor uso de acondicionadores de aire también genera mayor calor en el ambiente exterior por el empleo de los compresores, haciendo insalubre recorrer las calles de la ciudad.

La semana pasada toda la población fue testigo de días de intenso calor. Esto obligó a la gente a usar masivamente los acondicionadores de aire en busca de mejorar el ambiente y el resultado fue aún peor. Efectivamente, el sistema de distribución de la ANDE colapsó y se produjeron los cortes de energía eléctrica en las horas más calurosas del día y también en las primeras horas de la noche.

Si bien hoy día hay una presión internacional para evitar hacer más daño al planeta, tampoco hay una evidencia cierta de que se podrán revertir los efectos y daños ya ocasionados hasta ahora, pero por lo menos hay que intentar ver si en unos años más se logra frenar el calentamiento o por lo menos que ya no aumente la temperatura del ambiente.

La visita del comisario europeo del Ambiente es una señal clara de que Paraguay aún puede mejorar su situación, pues tenemos recursos naturales, como la tierra fértil y agua subterránea, para pensar en un plan de reforestación. Sin duda, frenar el calentamiento implica trabajo y sacrificio económico, pero vale la pena evaluar y optar por el mal menor. Se deben tomar las decisiones más acertadas para un futuro cercano.

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