04 dic. 2024

El cambio de época y América Latina

En la última década se han dado profundas transformaciones en el plano geopolítico e ideológico. Ninguno de los términos con los cuales se intenta describir lo que está ocurriendo logra captar la complejidad del momento, pero, desde un punto de vista político, podríamos hablar de dos procesos que transcurren de manera más o menos paralelas. Por un lado, la multipolaridad y, por el otro, el desgaste de la democracia liberal.
En el plano geopolítico estamos viendo la configuración de una nueva guerra fría entre las dos principales superpotencias, la emergente China y los Estados Unidos. Confrontación de dos concepciones del mundo muy distintas, y una competencia tecnológica y comercial cada vez más intensa. Esa “guerra fría 2.0”, como la denomina Niall Ferguson, va acompañado de poderes geopolíticos que reclaman un cierto dominio o predominancia regional, como en el caso de Rusia. Otros buscan un nuevo lugar en las relaciones de poder a nivel mundial, véase India, Brasil, Saudí Arabia, Irán. Finalmente, está la convulsionada Unión Europea y sus Estados Miembros. La UE, como entidad supranacional, no comanda necesariamente la política exterior de sus miembros, pero si coordina un interés común en no perder su peso e influencia en el escenario internacional.

Esta dinámica geopolítica se va también configurando en clave política e ideológica. China, Rusia, Irán, Arabia Saudita, reclaman la ampliación de su espacio de influencia y dominio, sin recurrir al mensaje democrático-liberal. Prefieren hablar de soberanía, autodeterminación, y sistemas políticos alternativos a los occidentales. Sin embargo, sendos informes y testimonios dan fe de un férreo control y censura de los medios, los opositores y cualquier forma de disidencia dura. Son regímenes que consideran al autoritarismo más eficaz que las democracias liberales. Por otro lado, el discurso democrático liberal de elecciones, libertades públicas garantizadas, derechos humanos, separación de poderes, etc., sigue vigente, pero desgastado, viejo. Su principal adalid, el presidente Biden, personifica ese agotamiento de manera muy corpórea, pero las esperanzas están puestas en que el mismo pueda vencer a Trump en noviembre de este año.

En otro plano, los paradigmas ideológicos van cambiando y surgen en las democracias liberales, las posturas “iliberales”. Lideres y partidos que ganan o crecen en las elecciones populares, pero con un discurso de cancelación de los derechos y reconocimiento de las minorías. Dependiendo del contexto estas “nuevas derechas” priorizan la guerra cultural para encender las mechas identitarias, y revertir el avance del feminismo, la diversidad sexual, el enfoque de derechos, y la interculturalidad, entre otros. En Europa y en Estados Unidos, el discurso antiinmigrante y antielitista es clave.

América Latina se inserta en esta nueva época de manera diversa. La multipolaridad ha venido a ser una herramienta para legitimar los discursos antidemocráticos. Como es el caso de regímenes llamados de “izquierda”, como Cuba, Venezuela y Nicaragua. El alineamiento con China, Rusia a Irán de estos países se hace manteniendo la narrativa del “antiimperialismo americano” para oxigenar sus dictaduras y regímenes autoritarios. El discurso iliberal ha, por su lado, insuflado nueva vida a las derechas de la región, legitimando la cancelación del debido proceso en el caso de la guerra contra las maras en El Salvador o la eliminación del Ministerio de la Mujer en la Argentina de Milei.

En general, los cambios en el escenario internacional favorecen más a las fuerzas antidemocráticas que a los demócratas de la región. Las tendencias iliberales lograron en las elecciones europeas del 6 al 9 de junio lo confirman y queda la espera por las elecciones en Estado Unidos, a ver si se culmina el 2024 con la reelección de Trump. Por lo que es urgente una mayor confluencia de actores políticos de amplio arco ideológico, pero que defienden el itinerario de democracia y libertad en el que se embarcó la región durante la tercera ola democrática en la década de los 80 y 90 del siglo pasado. Se impone esa defensa en términos de un nuevo diálogo democrático, cuyos ejes están en la defensa de la institucionalidad, el derecho y los principios republicanos.

Los paradigmas ideológicos van cambiando y surgen en las democracias liberales, las posturas “iliberales”.

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