06 jul. 2024

El cambio empieza en el Día D

Además del control social y del acompañamiento con crítica constructiva para mejorar la calidad de vida de la población, toda sociedad que se autodenomine democrática tiene un arma fundamental en el devenir de un país, con el fin de transformar la realidad y ser representada por dirigentes idóneos, capaces de cumplir con el mandato requerido: el voto y la elección de los mejores candidatos

Esta premisa básica y a la vez platónica (atendiendo a la atroz circunstancia que nos rodea) debería instalarse en el imaginario colectivo para construir un juego transparente y claro en torno al norte que perseguirá el entramado social, y que signifique el paradigma a seguir, dejando atrás el caos y el abandono de las instituciones del Estado.

Sabemos que en la práctica se aplican otros modelos: aquellos traducidos en mera angurria de poder y en sostenimiento de los intereses demasiado pragmáticos que mueven los hilos decisorios en los estamentos públicos, y mantienen atada a la sociedad con meras promesas y engaños; al tiempo de reposicionar a los mismos personajes de siempre, reciclando pobreza y fagocitando los recursos que deberían destinarse al desarrollo.

En el caso local, la opción extraordinaria se presenta cada cinco años, tiempo en que deben renovarse las principales autoridades del país y que tendrá el domingo 30 del corriente su momento álgido, con 4,7 millones de ciudadanos aptos para votar y con la última estadística de un 60% de participación promedio en todos los departamentos.

La poca concienciación en torno a esta herramienta fundamental de las democracias actuales deriva en la atávica acción de repetir errores frecuentes, por parte del poder ciudadano aún reacio –en general– a los cambios y transformaciones primordiales, retroalimentado por una estructura monolítica que maneja muchos recursos y generalmente está asociada al mismo gobierno. La oposición también colabora con el statu quo, acomodándose en busca de espacios en los que competir y olvidándose de su rol primordial, más allá de la retórica que profesa.

El ejercicio de la memoria es la clave a la hora de emitir el voto, que permitirá una nueva distribución de las cartas sobre la mesa y logrará reactivar el motor necesario para encontrar soluciones a problemas socioeconómicos y culturales acuciantes. Ya no resulta sorpresiva la serie de testimonios, pruebas, elementos y documentaciones con las que carga gran parte de la indigna fauna de “representantes”; suficiente para una rápida imputación y proceso investigativo, pero que en ámbitos como el nuestro resultan ilustres preseas y diplomas habilitantes para seguir atornillados a los puestos de decisión.

Tan solo como botones de muestra de lo anterior se puede mencionar el alto nivel de traición ejercido por muchos de quienes aspiran al manido rekutu, y que resultan un nefasto perjuicio para los intereses nacionales: el acta secreta y entreguista firmada con Brasil por Itaipú en mayo de 2019, el abandono de la infraestructura escolar que condena al bono demográfico a perder el tren del desarrollo, el colapso del sistema de salud que obliga a miles de paraguayos a emigrar principalmente a la Argentina en busca de una digna atención, el gigantismo estatal que reduce posibilidades de un gasto de calidad para obras públicas e incentivo a la inversión, el contexto general que lanza a la deriva a miles de jóvenes deseosos de un primer empleo y sin posibilidades de ingreso, obligados a meras changas y a la sobrevivencia.

Para transformar este escenario, se comienza por lo más vital: saber elegir y no dejarse llevar por anodinas utopías ni colores vacuos. A partir de esa etapa se presenta la posibilidad de construir en el disenso y de administrar la gobernabilidad, tareas muy lejanas al pensamiento de los seudolíderes actuales.

Reencauzar el sendero no es solo labor de los dirigentes, sino de toda la sociedad, la que está llamada el domingo venidero a ejercer el rol que le compete.

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