Este es el país que vive de las anécdotas. Ante cada evento que plantea un grave problema solamente se plantean excusas. Exactamente como la situación que vivimos la pasada semana con la copiosa lluvia que generó raudales, causó accidentes, severos daños y pérdidas materiales. No es exclusivo de la capital, prácticamente en todo el país los ciudadanos vivieron la misma situación de peligro y abandono.
No podemos culpar a la lluvia. Los culpables son los intendentes de Asunción, del Departamento Central y de todo el país, que han permitido el crecimiento de las ciudades sin planificación alguna, y en los casos en los que haya habido en algún momento algún plan regulador, los políticos de turno se han encargado de modificarlos de acuerdo con los intereses del momento. Porque sus intereses nunca se alinean a los intereses de los ciudadanos que votan por ellos en las elecciones. Por esto se construye sin considerar que las ciudades necesitan desagüe, que no es recomendable construir sobre los arroyos, y por eso se tuercen ordenanzas.
Las obras que a los políticos les importan son las que se ven: asfalto en todas partes, viaductos, etc. Sin embargo, lo más importante y necesario nunca se ejecuta porque son obras que, además de costar mucho dinero, simplemente no se ven. Es el caso del tan necesario desagüe pluvial. Nadie se hace cargo, pese a estar entre las competencias de las municipalidades, porque las tormentas, los raudales, las víctimas son simples anécdotas para nuestras autoridades.
Otro tema recurrente es el del caos en el tránsito. Ese también ha sido convertido en una anécdota, y también responde a la misma lógica de la nula planificación urbana. El pésimo servicio del transporte público, que es una responsabilidad del Gobierno Central, tiene más de negocio que de servicio; es culpable de que tantas personas hayan tenido que recurrir a su propio vehículo para movilizarse; luego, debido a que deben vivir en lugares que pueden pagar se ha extendido la población hacia ciudades que también carecen de servicios (transporte, calles en buen estado, desagüe pluvial, escuelas, hospitales, etc.). Esas personas son las que se movilizan desde diferentes puntos, desde la madrugada hacia la capital, que es donde trabajan y sufren del caos del tráfico y el desorden.
Las autoridades no analizan estos problemas superpuestos que se manifiestan cotidianamente y que les roban a los ciudadanos varias horas al día, atrapados en esta desorganización.
Llegados a un punto se suelen presentar algunos preocupados que plantean alternativas de solución, sin embargo, ante la indiferencia de las autoridades estas propuestas suelen quedar siempre en ideas sin ser ejecutadas. Es el caso del planteamiento del horario escalonado, que si bien ya es ley, necesita ser reglamentada. La propuesta es un parche, no es la solución, pero podría aliviar en alguna medida el caos en el que vivimos. Mientras tanto, la propuesta sigue durmiendo en el cajón del escritorio de alguna autoridad.
Es necesario cortar este círculo vicioso. Necesitamos que las autoridades municipales y nacionales cumplan con su tarea y de manera eficiente. Ya no podemos seguir en manos de la politiquería.