04 dic. 2024

El costo del patronazgo

El sociólogo Max Weber utilizaba el concepto de patronazgo para caracterizar un sistema político en el que los partidos buscan obtener poder y ocupar puestos administrativos para beneficiar a sus propios miembros. El patronazgo era visto como una forma de distribución de poder y recursos que beneficia a un sector. El concepto está estrechamente vinculado al llamado patrimonialismo, donde determinados grupos se apropian del Estado y lo administran en función de sus intereses particulares. Hoy por hoy, la prensa nos acaba de confirmar la presencia de dicho patrimonialismo en la administración del Poder Legislativo, con la contratación de familiares. Sin embargo, ante esos sucesos, quisiéramos ampliar un poco la mirada y ahondar en algunos aspectos más profundos del patrimonialismo y el patronazgo.

Huelga señalar que el patronazgo paraguayo está muy ligado al ejercicio del poder del Partido Colorado (ANR), aunque no es una práctica exclusiva de la ANR. Es un rasgo de la cultura política del país. La cuestión es que la ANR ha sido el partido predominante durante los últimos 70 años. Ello le ha permitido cimentar una capacidad de distribución de poder y recursos mucho mayor que cualquier otro partido, constituyéndose está en una de sus grandes ventajas competitivas.

Si bien ese ejercicio del poder tiene relación con favorecer a los miembros del partido, hay mediaciones importantes. En ese sentido, podemos mencionar por lo menos tres. Una, el factor parentesco. La distribución de recursos y poder a nivel más micro se organiza tomando en cuenta los clanes. Ciertas familias controlan ciertos espacios territoriales y administrativos, y así ubican a “los suyos”. Los afiliados son, pues pasados por el filtro de sus relaciones de parentesco. Una segunda mediación es la pertenencia a un determinado espacio sociogeográfico. Se favorece a los compueblanos. A veces, inclusive, el parentesco y el factor de ser compueblano pueden tener ascendencia sobre la afiliación partidaria. Finalmente, hay una tercera mediación, la pertenencia o no al movimiento interno dominante, o si se es leal o no al líder del partido.

Sin embargo, hay también que enfatizar que aun siendo el patrimonialismo y el patronazgo un rasgo importante de la administración del Estado, no se puede aseverar que ese es el único sistema de selección de personal o contratación del sector público. De hecho, una de las tensiones existentes actualmente en el Estado es la convivencia de aquellos que entran por mérito y aquellos que entran por favoritismo. Dejar que el patronazgo sea el único factor conduciría a un deterioro casi catastrófico de la gestión pública. La implementación de las políticas públicas y, eventualmente, el desarrollo del país, se verían amenazados. Por eso, decimos que el patronazgo tiene un costo, aquel que se expresa en oportunidades perdidas. ¿Cuánto le ha costado al país en términos de desarrollo, prosperidad y obtención de resultados, el ejercicio del clientelismo? Esta es una consideración necesaria, pues la política actual parece tener como función permitir el patronazgo hasta el grado que le beneficie electoralmente, pero moderarlo hasta el grado que le permita cumplir con las funciones más técnicas del Estado.

El problema es que ese equilibrio de patronazgo y moderación se está manteniendo con un pasivo acumulado en términos de rezagos estructurales en cuanto a infraestructuras, calidad de los servicios y el creciente peso que van teniendo en el gasto público los gastos corrientes. Gastos que están, en gran parte, dedicados a financiar a un sector de la fuerza de trabajo del país que se destaca por tener condiciones de trabajo mucho más favorables que los trabajadores en el sector privado e informal. Si uno mira los indicadores de trabajo decente, protección social, jubilación, etc., los trabajadores del Estado son los que gozan de la seguridad. Ese hecho en sí no es negativo, pero están como en una vitrina, exhibiendo una realidad a la que todos deberían acceder. Y, sobre todo, son pasibles de ser vistos como los que han tenido el mérito de llegar a ocupar esas posiciones o simplemente como los que han sido “favorecidos” por el patronazgo.

(*) Analista político y consultor independiente.

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